quarta-feira, 31 de julho de 2024

Arte

Pasé buena parte de estos últimos 24 años tratando de sanar de las secuelas que el golpe de estado de 1976 dejó en mi vida. En realidad ese intento es más antiguo. Debe haber comenzado, probablemente, cuando llegué a Brasil en 1977. Supe que en Argentina había campos de concentración y  centros de tortura. 

Encontré dos personas que estuvieron desaparecidas y reaparecieron. Lo que no me daba del todo cuenta es que yo también había sufrido un impacto cuya dimensión y características permanecen hasta el día de hoy. Hice de todo para recuperar mi normalidad. Volver a ser el que era antes. 

Esto lo voy consiguiendo de manera parcial, aproximativa y temporaria. Sigo con dificultad de salir y encontrar gente. Hablar en público. Tuve que recurrir a las artes para poder llegar hasta aquí. El arte de encontrar una salida cuando parece que todo está perdido. Los recursos que descubrí y usé para subsistir y enfrentar, en buena medida siguen valiendo. Pintura, lectura, fé, amistad, y una atención a la vida y en las personas que siempre fue mi marca característica. 

Sin embargo, hay días en que nada parece valer la pena. Es la luna menguante, asociada inseparablemente a la luna creciente. Esto lo puedo ver ahora. Descubrí que nunca estuve solo. Esto es lo que más me consuela y fortalece. En cada momento hubo y sigue habiendo una persona clave. A veces más de una. Una familia, un vecino o vecina. Alguien que escucha de verdad, sin juzgar. Alguien que da una mano.  Un apoyo que me convence de que puedo seguir adelante.