Poner una letra en
la hoja y saber que por este simple acto, todo es como debe ser. Todo
está donde debería estar. Se organiza el universo. Todo el pasado
está aquí presente. Te sabes una semilla que creció en la
oscuridad. Viste el sol. Naciste. Viste la vida. Viviste. Pasó el
tiempo. Tanto tiempo, que te da un vértigo. En algún sentido el
mundo fue llegando a un estado que siempre quisiste. Más
solidaridad. Ver más lo que nos une. Lo que tenemos en común.
Sufrimientos, y estrategias para enfrentarlo. Reconocernos unos en
los otros. Saber que uno pisa un suelo firme que fue pisado por
nuestros antepasados. Abuelos y abuelas. Madre y padre. Hermanos.
Hijos e hijas. Amigos. Ese hilo tenue que es la vida. La comunidad.
Aquello que nos es común. Esto permanece, más allá de clase
social, ideología, nivel de instrucción. Mirar hacia dentro del
corazón y ver ese tejido de vínculos que uno fue construyendo a lo
largo de la vida. Gente en Misiones y Mendoza. Entre Ríos y Santa
Fé. Buenos Aires y Bolivia. Venezuela. Uruguay. Un mapa interno se
fue formando y está allí. Cuando me siento solo, miro hacia
adentro, y veo esa mandala de luces. Entonces salgo a caminar. Voy a
andar por las páginas de los libros que leo y que escribo. Los
cuadros que voy pintando. Allí me veo y te veo. Veo todo este
caminar que es la vida. Voy viendo y me veo viniendo. Tengo un plan
para mañana. Para el fin de mes. Para esta tarde. Todo va yendo y
viene viniendo. Como las olas del mar. Veo la luz al final, y me
siento seguro. No hay final, finalmente. Continuidad. Unidad.
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