quarta-feira, 12 de dezembro de 2018

Juntando


Dedico estas anotaciones a Mara, que volvió a la casa de Dios el 11 de diciembre de 2018. Valorizabas mis escritos, que te incluían. Me incluíste en tu vida, a través de tu cariño, que dispensabas generosamente, como muchas personas del medio popular saben hacer. Me ayudaste a recordar mi origen. Por esto te recordaré siempre, con gratitud.

El tiempo va pasando, implacablemente. Ayer y hoy se juntan, siempre. Los años y los días. El sistema apuesta a la disociación, a la ruptura de la persona, a la disolución de los lazos solidarios, a la extinción de las identidades. A contramano vengo yo, y un ejército de muchas y muchos. Herramientas en nuestras manos, cosiendo, juntando, rehaciendo. Pasan los golpes de estado, pasan las oligarquías. Queda la vida, mínima, invencible.

Presidencia

Un presidente de la república que es un criminal de lesa humanidad, homofóbico, misógino, mal legislador, un parásito, improductivo… No podría siquiera haber sido candidato. El mismo país que dio un Paulo Freire y una Cecília Meireles, un Lula y una Cora Coralina, da también esto. Recuerdo unas palabras de Graciliano Ramos: “Siempre fue más fácil criticar.” Sin duda. Hay una trampa en toda crítica.

El crítico o la crítica, se creen mejores que aquello a lo cual critican. Yo voy a tratar de mantenerme en el tono de la perplejidad. ¿Cómo es que fue posible esto? No estoy, por supuesto en la postura de quienes quieren que el PT se arrodille y asuma las culpas por la caída de la democracia. Para nada. Sería cruel y vergonzoso, que el único partido que actuó con un espíritu de unidad nacional y superior al clasismo, pidiera perdón por algo. Solamente me permito exteriorizar mi espanto. ¿Cómo fue posible que la democracia cayera?

El presidente Lula es un rehén del sistema capitalista. No le perdonan haber sacado del hambre, de la miseria y de la exclusión social, a millones de personas. El sistema que vive de la ruptura de la humanidad, rompe todo lo que se le pone adelante. Rompe vínculos que sostienen a la humanidad. Rompe lo que nos une y nos integra con la naturaleza. Rompe la democracia cuando ésta consigue hacer verdad las promesas ilusorias de los discursos vacíos.

Resistencia

Tengo la impresión de que este es un tiempo en que tendremos que volcarnos más hacia ciertos ámbitos de la vida que pueden haber quedado un poco en segundo plano.

Quién sabe prestarle más atención a nuestra propia interioridad, el mundo que cada uno y cada una de nosotros es. El palpitar misterioso que nos mantiene vivxs. El registro minucioso de nuestra inserción en una realidad que exige algo más que protestas, discusiones y críticas.

Todo esto tiene su razón y su lugar. Pero un empeño un poco más acentuado en nuestro lado creativo, aquello que hace la diferencia entre meramente estar y estar presente, al menos a mí en este momento, me parece imprescindible. Algo que se impone.

Para no sucumbir a lo que se instaló bajo el imperio de lo más nefasto. Para que siga brillando la luz interior. Para que la belleza del mundo nos siga encantando. Para que la vida siga valiendo la pena.

Queda el mundo a mi alcance. Lo que el estado no puede afectar. Aquello que cultivo y mantengo a pesar del bombardeo diario que quiere sembrar desilusión. Esos espacios resguardados. Un libro que me contiene. Una mirada que acaricia. Las omnipresentes flores. Aquél niño que cobijo en mí y que me guía.

Los momentos de sumergirme en el pasado eterno que permanece. Mi padre, mis hermanos, mis hijas e hijos. Mis nietos. La vida al margem y a salvo de la industria de la deformación y del desánimo. Los colores donde sobrevive insistentemente el niño que fui. El sol al final del camino.

Tanto en la literatura como en la Terapia Comunitaria Integrativa experimento la sensación de que hay más espacio. Hay más lugar. Es un lugar real, donde respiro mejor. Allí voy cada vez que necesito rehacerne, reavivar mis raíces, reencontrar y reforzar el sentido de mi vida.

Esperanza

Llega el fin de año, y con él, los recuerdos. Las fiestas de Navidad y Año Nuevo. ¡Tantas ya a lo largo del tiempo!

Y ahora que veo lo que soy, lo que es, lo que está, parece que no hubiera pasado ni un único día. Es como si otra vez estuviera en los primeros momentos de mi existencia, siendo que ya estoy más bien al borde del crepúsculo.

La misma brutalidad e injusticia en los escenarios macro, y a veces también cerca. La misma impunidad, aparentemente. Pero el tiempo pasa y cambian los lugares. El juez o la jueza soberbios e impíos, pueden de repente verse en el banquillo de los acusados. Esto es un sueño. Déjenme delirar un poco.

Hago un lugar para la esperanza más sencilla. Aquella que se anida en el canto de los pájaros y en el soplar del viento. Aquella que se confunde con el simple pasar de la vida. Aquella que solamente necesita de un poco de espacio para dibujar, leer, jugar con colores.

Mi lugar es un lugar mínimo. Es donde estoy. Es una letra. Una palabra. Adentrarme en el mundo de la literatura me va estimulando a conocer las distintas versiones y concepciones del arte poético literario. Esto me va introduciendo en un mundo que me incluye y que yo creo y recreo. La grandeza, simplicidad y efectividad de este acto libertador es impresionante.

Lejos de una uniformidad inexistente, me sumerjo cada vez más en lo singular, en lo único e irrepetible. De la mano de creadoras y creadores que comparten sus conocimientos al paso que realizan su obra, respiro mejor. Cada vez mejor. Siempre aprendiendo y disfrutando. Continuamente. Mi lugar es un lugar para ser habitado. Me integro en este oficio de ver vivir registrar elaborar sin cesar lo que voy viviendo. Diversidad se ve por aquí.

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