Dedico
estas anotaciones a Mara, que volvió a la casa de Dios el 11 de
diciembre de 2018. Valorizabas mis escritos, que te incluían. Me
incluíste en tu vida, a través de tu cariño, que dispensabas
generosamente, como muchas personas del medio popular saben hacer. Me
ayudaste a recordar mi origen. Por esto te recordaré siempre, con
gratitud.
El
tiempo va pasando, implacablemente. Ayer y hoy se juntan, siempre.
Los años y los días.
El sistema apuesta a la disociación, a la ruptura de la persona, a
la disolución de los lazos solidarios, a la extinción de las
identidades. A contramano vengo yo, y un ejército de muchas y
muchos. Herramientas en nuestras manos, cosiendo, juntando,
rehaciendo. Pasan los golpes de estado, pasan las oligarquías. Queda
la vida, mínima, invencible.
Presidencia
Un
presidente de la república que es un criminal de lesa humanidad,
homofóbico, misógino, mal legislador, un parásito, improductivo…
No podría siquiera haber sido candidato. El mismo país que dio un
Paulo Freire y una Cecília Meireles, un Lula y una Cora Coralina, da
también esto. Recuerdo unas palabras de Graciliano Ramos: “Siempre
fue más fácil criticar.” Sin duda. Hay una trampa en toda
crítica.
El
crítico o la crítica, se creen mejores que aquello a lo cual
critican. Yo voy a tratar de mantenerme en el tono de la perplejidad.
¿Cómo es que fue posible esto? No estoy, por supuesto en la postura
de quienes quieren que el PT se arrodille y asuma las culpas por la
caída de la democracia. Para nada. Sería cruel y vergonzoso, que el
único partido que actuó con un espíritu de unidad nacional y
superior al clasismo, pidiera perdón por algo. Solamente me permito
exteriorizar mi espanto. ¿Cómo fue posible que la democracia
cayera?
El
presidente Lula es un rehén del sistema capitalista. No le perdonan
haber sacado del hambre, de la miseria y de la exclusión social, a
millones de personas. El sistema que vive de la ruptura de la
humanidad, rompe todo lo que se le pone adelante. Rompe vínculos que
sostienen a la humanidad. Rompe lo que nos une y nos integra con la
naturaleza. Rompe la democracia cuando ésta consigue hacer verdad
las promesas ilusorias de los discursos vacíos.
Resistencia
Tengo
la impresión de que este es un tiempo en que tendremos que volcarnos
más hacia ciertos ámbitos de la vida que pueden haber quedado un
poco en segundo plano.
Quién
sabe prestarle más atención a nuestra propia interioridad, el mundo
que cada uno y cada una de nosotros es. El palpitar misterioso que
nos mantiene vivxs. El registro minucioso de nuestra inserción en
una realidad que exige algo más que protestas, discusiones y
críticas.
Todo
esto tiene su razón y su lugar. Pero
un empeño un poco más acentuado en nuestro lado creativo, aquello
que hace la diferencia entre meramente estar y estar presente, al
menos a mí en este momento, me parece imprescindible. Algo que se
impone.
Para
no sucumbir a lo que se instaló bajo el imperio de lo más nefasto.
Para que siga brillando la luz interior. Para que la belleza del
mundo nos siga encantando. Para que la vida siga valiendo la pena.
Queda
el mundo a mi alcance. Lo que el estado no puede afectar. Aquello que
cultivo y mantengo a pesar del bombardeo diario que quiere sembrar
desilusión. Esos espacios resguardados. Un libro que me contiene.
Una mirada que acaricia. Las omnipresentes flores. Aquél niño que
cobijo en mí y que me guía.
Los
momentos de sumergirme en el pasado eterno que permanece. Mi padre,
mis hermanos, mis hijas e hijos. Mis nietos. La vida al margem y a
salvo de la industria de la deformación y del desánimo. Los colores
donde sobrevive insistentemente el niño que fui. El sol al final del
camino.
Tanto
en la literatura como en la Terapia Comunitaria Integrativa
experimento la sensación de que hay más espacio. Hay más lugar. Es
un lugar real, donde respiro mejor. Allí voy cada vez que necesito
rehacerne, reavivar mis raíces, reencontrar y reforzar el sentido de
mi vida.
Esperanza
Llega
el fin de año, y con él, los recuerdos. Las fiestas de Navidad y
Año Nuevo. ¡Tantas ya a lo largo del tiempo!
Y
ahora que veo lo que soy, lo que es, lo que está, parece que no
hubiera pasado ni un único día. Es como si otra vez estuviera en
los primeros momentos de mi existencia, siendo que ya estoy más bien
al borde del crepúsculo.
La
misma brutalidad e injusticia en los escenarios macro, y a veces
también cerca. La misma impunidad, aparentemente. Pero el tiempo
pasa y cambian los lugares. El juez o la jueza soberbios e impíos,
pueden de repente verse en el banquillo de los acusados. Esto es un
sueño. Déjenme delirar un poco.
Hago
un lugar para la esperanza más sencilla. Aquella que se anida en el
canto de los pájaros y en el soplar del viento. Aquella que se
confunde con el simple pasar de la vida. Aquella que solamente
necesita de un poco de espacio para dibujar, leer, jugar con colores.
Mi
lugar es un lugar mínimo. Es donde estoy. Es una letra. Una palabra.
Adentrarme en el mundo de la literatura me va estimulando a conocer
las distintas versiones y concepciones del arte poético literario.
Esto me va introduciendo en un mundo que me incluye y que yo creo y
recreo. La grandeza, simplicidad y efectividad de este acto
libertador es impresionante.
Lejos
de una uniformidad inexistente, me sumerjo cada vez más en lo
singular, en lo único e irrepetible. De la mano de creadoras y
creadores que comparten sus conocimientos al paso que realizan su
obra, respiro mejor. Cada vez mejor. Siempre aprendiendo y
disfrutando. Continuamente. Mi lugar es un lugar para ser habitado.
Me integro en este oficio de ver vivir registrar elaborar sin cesar
lo que voy viviendo. Diversidad se ve por aquí.
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