sábado, 3 de março de 2012

A través de la noche


Otra vez, la noche se asemejaba a algo dentro de lo cual tendrías que moverte, no sabías muy bien cómo. El calor tremendo, la lectura de algunos capítulos de un libro que vienes leyendo desde hace unos días, y que se llama, justamente, Insônia. Insomnio. Qué lindo poder substraerte durante algunas horas, en esa especie de frontera de sueño y vigilia, a esa especie de presión diurna a la acción, a lo efectivo, a los resultados. Poder nomás ponerte a escribir como quien no quiere la cosa, solamente por el placer de ir poniendo letras en la hoja. Admirabas la maestría de Graciliano Ramos en “El testigo”, obviamente en portugués: a testemunha. La noche se asemeja a alguna cosa que irás atravesando, rumbo a una mañana de sol, de luz, de playa, de arena, de nubes, de gente pasando, mujeres, niños. El mar. Puedes hacerte un lugar en el ladrillo de cristal, si te gusta la metáfora de Cortázar. Todos se lo hacen, o tratan de hacérselo. Pensabas en aquella frase de Cortázar en “La vuelta al día en 80 mundos”, acerca de que la literatura disuelve la falsa objetividad creada por el intelectualismo. Narra él, que en los libros se encontraba por entero, no así del lado de acá. Así uno se va encontrando, va haciéndose un lugar. Me parece que vivir es eso. No sólo eso, pero tal vez sí, mucho eso: hacerse un lugar, hacerse lugares cambiantes, diferentes, convergentes, que a veces se alejan o se acercan, convergen divergen. Recordabas la tarde pasada, la visita de la abogada, la evocación del amigo tan querido, que hace años te acompaña. La charla con papá, tan cálida y constructiva. Te vas descubriendo. La ida a la Cidade Verde bajo el calor de la tarde. La frutería por la mañana. La playa, siempre la playa, esta mañana. Ahora es de noche, la noche se va poniendo como que en perspectiva de ir subiendo hacia el día. Y ella, siempre ella, una flor, adornando tu jardín interior.

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