Me refugio entre
las letras. Allí me anido, hago mi mundo. Me guardo, me resguardo, me
fortalezco.
Esto ya lo he
dicho incontables veces, y lo seguiré diciendo mientras así sea para mí.
Leo y escribo
para integrarme en un mundo más grande, más amoroso, más digno, más justo, más
bello.
Me rehago de
todas las presiones y alienaciones, de todos los debería o debiera, de todas
las culpas. ¿Qué culpa tengo yo, al fin y al cabo?
No quiero exigirme más, ya que
estar como estoy, es lo mejor que pude.
Es lo mejor que puedo. Podría ser mejor,
podría mejorar esto y aquello, y así seguiría en eterna desconfianza de mí
mismo, eternamente disconforme con lo que soy.
Estar como estoy, es lo mejor que pude. Es lo
mejor que puedo. Es como soy.
Podría hablar más, ser más sociable, más
comunicativo, más educado, más eficiente, pero no sería yo.
Yo soy esta especie de rueda que gira, esta
mandala extensa e intensa que muchas veces no sé muy bien cómo administrar.
Esta sensación de inadecuación que me acompaña, de no ser quien debería ser, de
no ser como debería ser, de no estar donde debería estar ni como debería estar,
es en parte resultado de lo que fue mi trayectoria de vida. En parte también,
es resultado de mi naturaleza. Soy agua, agua dentro y afuera, agua alrededor,
agua por todas partes.
Podría pensar menos, ser más discreto, más
oportuno, más no sé qué ni por qué. Entonces ya no sería yo.
No es que desprecie la necesidad de tratar de
mejorar algo, pero no acepto más que esto me siga robando de mí mismo.
Ya no tengo tiempo para seguir tratando de no
ser yo. Me queda solamente tiempo para hacer las paces con esto que está aquí,
esta sobrevivencia, esta insistencia que soy.
Podría ni estar, y estoy. Esto es la victoria
de decisiones acumuladas, apoyadas por personas muy queridas de mi familia,
algunos pocos y preciosos amigos y amigas, y algunas personas que estuvieron y
siguen estando cerca.
Entonces no me exijo tanto. Trato más bien de
exigirme menos, o casi nada, o nada. Ser un poco más benévolo conmigo mismo.
Saber que lo que está adentro mío fragmentado, es algo que voy cosiendo de a
poco, como lo he venido haciendo en todos estos años, después de los sucesivos
golpes.
Muchas veces, me asusta y me admira lo que veo
hacia adentro mío. Pero aún allí, muchas veces veo brillar la luz. Luces que yo
mismo he pintado y seguiré pintando, y que están también alrededor mío, en los
cielos de la tarde y del amanecer.
No dejaré de contribuir con la reconstrucción
humana imprescindible, que supera en mucho circunstancias puntuales, aunque las
incluye. Mi tarea es como la de las hormigas, contínua, casi invisible,
colectiva, colaborativa, integradora e integrativa. Integradora porque me reúne
y reúne. Integrativa porque me cohesiona aún más, y esto es imprescindible.
Mi foco no es cambiar el estado ni la
sociedad, son cosas demasiado amplias y lejanas, demasiado abstractas en algún
sentido, y demasiado impermeables a las motivaciones que me mueven. No creo en
partidos ni ideologías, sino más bien, en gente que se da las manos, más allá
de cualquier divisionismo. Sumar, juntar, unir, es lo que busco y en esto me
encuentro.
¿Qué informaciones necesito? ¿Cuál es el tipo de conocimiento
que me hace bien? Hay informaciones en exceso. Inútiles. Dañinas. No quiero
dejarme invadir, intoxicar, por ese contínuo flujo de negatividad impregnada de
deseos, órdenes, manipulación, que me aleja de mí mismo y distorsiona mi estar
en el mundo. Me hace bien saber sobre el arte poético.
Me hace bien porque me nutre, me enriquece, me pone en contacto
con mi ser más profundo. Me reinstala en la trayectoria de la humanidad. Me
ayuda a ser más libre.
Disminuye mi sensación de soledad. Lo que digo de la poesía
vale también para la amistad y la oración. Mi integración en el mundo depende
en buena medida, de cuánto me dejo absorber por las obras de arte que pueblan
bibliotecas.
Por poco que me adentre en la poesía, la sensación es, cada
vez más, la de estar volviendo. Volviendo a un lugar al que pertenezco. Una
eternidad tangible. Sea la poesía que leo en los libros, o bien aquella que me
rodea por todas partes.
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