sexta-feira, 23 de fevereiro de 2018

Eternamente

La eternidad es una dimensión de la realidad. Puedo adentrarme en ella a través de la confianza que nace del amor. La experiencia me revela con seguridad, que toda mi vida, desde el comienzo y hasta hoy, he estado protegido por el poder infinitamente amoroso de Dios, que acompaña todos mis pasos. Dejo de preocuparme. Establezco como objetivo vivir bien, en paz. Veo que la persona que soy, mi manera única y singular de ser y de estar en el mundo, merecen mi amor y mi respeto más profundo. Aprendo a tener ternura por mis fragilidades, que no son defectos, sino cualidades. Ellas son brechas por las cuales la gente y el mundo me llegan de manera más entera, más allá de la costra de miedo y desconfianza que el sistema trata de imponer. No soy la persona que “debería” ser según no sé qué códigos imposibles de practicar. En cambio, soy esto que está aquí, con toda la fuerza de una trayectoria que se vino abriendo paso a través de todo tipo de situaciones. Continúo con una sensación de reverencia y perpejidad en relación a todo lo que existe. Frecuentemente me recojo a lo más íntimo de mi corazón, para agradecerle a Dios por este don sin igual, la vida. Encuentro a mi madre en los escritos que me dejó antes de partir. Son joyas y brújulas que me orientan. ¡Gracias, madre! ¡Gracias, familia y amigos! ¡Gracias, vida!

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