Escribir es una responsabilidad. Vivir lo es. Tratar de
hacerlo de una forma que contribuya para que seamos, como personas y como humanidad,
más felices y más libres, exige algún esfuerzo. Escribir ha venido limpiándome
de falsas nociones que empañaban mi visión y mi estar en el mundo. He ido
encontrando un espacio de convergencia con personas con quienes comparto el sentimiento
de que es posible un trabajo real y efectivo que une lo diverso. Esta es una tarea
muy simple y cotidiana. Se trata de ir viniendo a un modo de vivir que está
registrado como memoria infantil. Traer el niño interior. (Me dirijo a mujeres
y hombres, pero escribo al antiguo estilo. No para desafiar a la moda actual,
sino porque me es más natural). Me refiero especificamente al trabajo de
recuperación del sentido de vivir, que se procesa en la Terapia Comunitaria
Integrativa. Aquí convergen personas de diferentes clases sociales, si bien que
el predominio es más bien de los sectores populares, en cuanto a los participantes
de las ruedas. Lo que une, es el sufrimiento. Me reconozco en tu historia.
Rehago mi humanidad en una convivencia que puede durar apenas algunos minutos u
horas, y que crea vínculos que permanecen a lo largo del tiempo. Se deshacen las
nociones de que estoy solo, que no tengo un lugar en el mundo, que nadie sufre
más que yo, que no valgo nada, que no sé para qué vivo. En estos encuentros
respiro mejor. Vuelve una alegría antigua. Se refuerza mi esperanza. Escapo del
mundo ideológico y vengo para la vida vivida, para la experiencia de existir. Así
tengo más ganas de seguir adelante.
Nenhum comentário:
Postar um comentário