Ayer me alegró
verlo al papa discursando en un barrio pobre de Kenia. No es que me
guste que haya barrios pobres. Pero es que sus palabras y el
sentimiento que transmite, de indignación frente a una injusticia
que se repite pero debería escandalizarnos, me tocó, positivamente.
La marginalidad, la falta de desagues, la falta de agua, la falta de
casa. Tanto que falta a las mayorías, y algunas minorías
acumulando, insensatamente, más de lo que corresponde. Confieso que
me alegra el Papa Francisco, porque es un jefe de estado que se
vuelca hacia la humanidad como un todo, y también hacia la
naturaleza. Justicia y amor. Paz y respeto. Estas son algunas de las
cosas que me recuerda. Insistió en las tres “T”: tierra, techo y
trabajo.
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