Esta mañana llegué de vuelta a casa. Esto tiene un significado
muy especial. La casa es un lugar de resguardo y seguridad. Esto es lo que uno
siente. Volver a ver los cuadros en las paredes, que evocan otros tantos momentos
de encuentro con familiares y amigos. Aquella sensación sin igual, de ver los
libros en los estantes. Todos los libros. Los colores. El mundo familiar. Los
recuerdos. Seres queridos que viven en mi corazón, están todos aquí. No han
muerto. Nadie ha muerto. El amor es ese algo que no muere. Entonces ya ahora el
camino de vuelta. Los aeropuertos. Largas horas de meditación y oración.
Aprendiendo con las propias limitaciones y vulnerabilidades. No soy tan diferente
de las demás personas. Y ya esta mañana de domingo, cuando las evocaciones
apuntan a lo amarillo, el oro, el templo. Aquello que nos unifica con todo. Entonces
las telas pintadas en las paredes. Los jazmines y hortensias. Los soles y
álamos. Todos los ríos dan al mar, pero éste nunca se llenará. Las
conversaciones con mi padre, en este instante tan sin igual de su/nuestra vida.
Y ya entonces ahora unas letras que ya van ocupando sus lugares para decir,
como siempre: gracias. Muchas gracias. Gracias por todo.
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