quarta-feira, 13 de agosto de 2014

Presente

Hay días en que uno está un poco, días en que estamos medio. Y estamos medio porque no estamos del todo. Uno ya se despertó, ya vio que el día había comenzado, la luz en el techo del cuarto dibujando las persianas con trazos horizontales, el canto de los pájaros, lo de siempre. Está todo ahí, pero uno todavía no llegó. Todavía estamos en algún lugar que puede ser el sueño o los sueños que acabamos de dejar, o pueden ser sentimientos del día anterior, o los proyectos, lo que haremos más tarde, esta noche, mañana o muchos días después. Entonces la expresión lo dice todo: estoy medio. Estoy un poco. Pero de a poco vamos llegando, vamos viniendo, vamos ocupando nuestro lugar en el presente, como dice Jorge Luis Borges en “El despertar”. Julio Cortázar alude a esta misma sensación en “Ahí pero donde, como”, si es que estoy recordando bien el nombre de su escrito. Vamos ocupando nuestro lugar en el presente, y esto también es una sensación exacta: el lugar donde estoy, las personas con las cuales me encuentro, son algo que está aquí y ahora. No son recuerdos ni proyecciones. Son, somos, algo que está aquí y ahora. Están los recuerdos y las proyecciones, sí, pero de un modo unificado, como si toda la percepción convergiera en el presente.

Lugar

A veces uno puede llegar a querer escribir algo, no sabes bien qué, pero sin embargo el mero venir a la hoja ya te trae alguna paz, un consuelo. Como si todo estuviera bien. Y en este momento está, cuando escribo todo está bien, todo estará siempre bien. Entonces uno como que se resguarda en un lugar que siempre está allí, siempre estuvo aquí y siempre estará. Es el lugar de uno mismo. Además de mis ideas de Dios, está Dios mismo, él o ella, lo llamo Madre—Padre, y también hijo, Jesús. Sí, más allá de lo que yo haga o deje de hacer, está Dios, de modos que a veces me son accesibles, o experimentables y otros no, otras veces sé que está, pero no sé bien cómo.

domingo, 10 de agosto de 2014

Presente

Hay días en que uno está un poco, días en que estamos medio. Y estamos medio porque no estamos del todo. Uno ya se despertó, ya vio que el día había comenzado, la luz en el techo del cuarto dibujando las persianas con trazos horizontales, el canto de los pájaros, lo de siempre. Está todo ahí, pero uno todavía no llegó. Todavía estamos en algún lugar que puede ser el sueño o los sueños que acabamos de dejar, o pueden ser sentimientos del día anterior, o los proyectos, lo que haremos más tarde, esta noche, mañana o muchos días después. Entonces la expresión lo dice todo: estoy medio. Estoy un poco. Pero de a poco vamos llegando, vamos viniendo, vamos ocupando nuestro lugar en el presente, como dice Jorge Luis Borges en “El despertar”. Julio Cortázar alude a esta misma sensación en “Ahí pero donde, como”, si es que estoy recordando bien el nombre de su escrito. Vamos ocupando nuestro lugar en el presente, y esto también es una sensación exacta: el lugar donde estoy, las personas con las cuales me encuentro, son algo que está aquí y ahora. No son recuerdos ni proyecciones. Son, somos, algo que está aquí y ahora. Están los recuerdos y las proyecciones, sí, pero de un modo unificado, como si toda la percepción convergiera en el presente.

sábado, 9 de agosto de 2014

Anochecer de un día agitado

Llega la noche y el cansancio del día, la suma de los pasos y los encuentros con diversas personas a lo largo de la jornada, los encuentros internos con tu propio Dios, los distintos momentos vividos giran como una mandala que se forma dentro de tí y junta todo lo vivido. Agradeces la gracia de la vida, la gracia del amor. La gracia de estar vivo, esa sorpresa constante. La alegría de tu padre esta mañana al cantar I´ll follow the sun. Y las flores en el patio que él miraba extasiado, en comunión con la naturaleza. Los gorriones chapoteando en el agua. Recordando las palabras de Jesús: “allí donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón”. Y el día se ha ido y viene a tu recuerdo el rostro de ella en el café. Todos estos días han sido y están siendo un reencuentro con tu tierra. Tu tierra es grande. Es una tierra que va de sur a nordeste. De aquí hasta allá y a todas partes. Vas aprendiendo a fluir, a dejarte llevar. Es más fácil. El mundo gira por sí mismo.

quinta-feira, 7 de agosto de 2014

Conversando

A partir del momento en que empecé a escribir y a colaborar en medios digitales, allá por el año de 2001, me empecé a dar cuenta del enorme efecto terapéutico de este acto tan simple y tan significativo, el acto de comunicarse, el acto de compartir lo que vamos viendo y percibiendo. Las lecciones que pude ir aprendiendo en este quehacer, continúan apareciendo, y continúo creyendo que es una tarea provechosa, la de seguir compartiendo en este cara a cara a veces distante, a veces presencial con las lectoras y lectores, lo que voy aprendiendo. El efecto más benéfico de este acto de escribir y compartir, es el de ir trayendo a mi propia conciencia, la vida tal como la experimento. No la vida pensada, sino la vida vivida. El ejercicio de escribir y compartir, trae como consecuencia el surgimiento de un vivir más auténtico y verdadero, el retorno a un estado infantil y puro de existir. Esto es muy placentero, porque aunque hayan pasado los años, es como si estuviéramos yendo en la contramano de la cronología, cada vez más jóvenes por dentro. Puedo decir con toda franqueza, que esta actividad que estoy practicando de manera continua desde el año de 2001, me fue trayendo frutos tan agradables, que mi propia vida fue llegando a un estado de integración en el que me encuentro hoy. Es como si el mundo en el que vivo, mi diario vivir, hubiera sido modelado con mis propias manos. Cada vez vivo más en mi propio mundo, un mundo que tiene mi cara. Pero esto solamente es posible porque he practicado el diálogo con un número incontable de personas con las cuales pude ir conversando sobre lo que escribo. Si hoy vivo en un mundo más humanizado, es porque me fui haciendo más permeable a lo que las demás personas piensan y sienten acerca de lo que escribo. Así, esta actividad que es muy solitaria en algunos sentidos, se fue haciendo cada vez más social, cada vez más colectiva, más comunitaria. Siento que el mundo en el que vivo hoy es más integrado, o yo me integré más al mundo. Esto es muy bueno porque es como si progresivamente estuviera llegando o a veces hubiera llegado plenamente a una realidad que las palabras difícilmente consiguen describir, y sobre la cual solamente puedo decir que es como si fuera la tierra prometida. Me acuerdo entonces muchas veces de las palabras del padre José Comblin, con quien tuve el privilegio de convivir por un corto tiempo: “la tierra prometida estaba en su propio corazón.” Las últimas palabras que escuché de él, dirigidas a mí, fueron éstas: “sea fecundo en su literatura”. Era en João Pessoa, Paraíba, Brasil. Hoy me encuentro en Mendoza, Argentina, el lugar donde nací. Y siento como si el tiempo a mi alrededor se hubiera compactado. Nada de esto habría sido posible en soledad. Es el fruto del crecimiento posibilitado por el diálogo. El diálogo nos humaniza, nos hace gente. Foto: José Comblin

sábado, 2 de agosto de 2014

Lugar de encuentro

Los escritos son eso. Lugares de encuentro. Lugares donde me encuentro y donde te encuentro. Lugares donde nos encontramos. Lugares donde se va construyendo un espacio común, comunitario. Un lugar donde lo que uno no conoce se va presentando. ¡Cuántas veces una simple frase o una palabra, una imagen o un senimiento, dan origen a algunas consideraciones donde de pronto algo nuevo se presenta a la conciencia! La experiencia se clarifica. La vida va viniendo, y uno va ocupando su lugar.