domingo, 17 de outubro de 2010

Pregunta

Hay veces que uno quisiera ponerse en un papel, como un barquito largarse por la acequia para llegar hasta el corazón de Dios y preguntarle: Dios mío, ¿qué quieres de mí?, ¿qué debo hacer?, ¿cuál es el camino a seguir?, ¿estás contento con la vida que llevo?, ¿cómo puedo ser feliz para alegrarte, que sepas que te amo y que amo esta vida que me diste?

sexta-feira, 15 de outubro de 2010

Tentativa

Sería un desafío para su condición de escritor. Levantarse y llegar hasta el computador y escribir en el exacto estado de conciencia en que se levantara. Las cosas parecían desafiar esta posibilidad o propósito. Los fósforos no estaban en su lugar, no los encontrabas y seguías queriendo escribir en el exacto estado en que te levantaras esa mañana de sábado de octubre. Recordabas el día anterior. La reunión con el padre Comblin. Dilma. La granja de Genaro y Gláucia. Aquellos rostros que estaban en tu memoria. La vuelta a casa a la noche. Las luces de la ciudad. Y ahora esta madrugada intentando capturar lo que fuera ese día tan especial que te dejara exhausto. Militares. Serra. Lula. Todo pasa como en un turbilhão. No te procupes por el portuñol. Tratas de escribir en el exacto estado en que te has levantado esta madrugada. No desfigurar, no adaptar, no ajeitar.

Dejar que el río de la vida te lleve a la ciudad de Dios, como aquél bello salmo dice. Un salmo que no encuentras a estas horas de la madrugada en tu vieja y querida Biblia ecuménica. Talvez allí hubiera una clave. Oikía. Casa. Espacio. No lo sabes, pero lo intuyes. Los rostros de Comblin. Mónica. Los rostros de todos los presentes. Hailton. É isso aí, bicho. João Fragoso. Irmã Cecília. Lembras de Gita. O e-mail do teu pai ontem tinha um tom especial. A pessoa que volta a ser ela mesma. Los leería en sus horas de recogimiento. El padre Contreras. Te preguntabas por tu lugar en la Iglesia de los Pobres. Iglesia pueblo de Dios. La granja de Genaro y Gláucia. Esta mañana de octubre de 2010. No habría golpe militar. Nunca más. No, aquello no. Solo amor y paz. Fraternidad. Seguimiento de Jesús. Ontem à noite voltaras cansado. Sono. Pensavas na Divina Mãe. Jesus. São Francisco. Ramón. Tudo gira e dá voltas. É de noite ainda. Logo mais chegará o sol. O sol não falha. Irmão Sol. Bom dia.

domingo, 10 de outubro de 2010

Comunicação, Saúde Mental, coisa e tal

Tenho me visto às voltas com desentendidos com um editor de portal de notícias argentino, onde durante alguns anos publiquei textos da minha autoria, como colaborador numa coluna de opinião e, às vezes, na capa da publicação. Nesse portal ou jornal, não sei como chamar, site, sei lá, minhas opiniões foram às vezes acolhidas, outras não, até que, na semana passada, recebo um e-mail do editor, dizendo que eu estava abusando da licença concedida. Embora o tom fosse amistoso, não o recebi como tal, mas como uma agressão à liberdade de imprensa e de opinião. Para encurtar: pedi que retirassem todos os meus textos, ao que atenderam, alegando ser a revista de orientação psicanalítica, comunitária, e tal, e os meus textos estarem enveredando muito para o lado da “autoajuda”, o que não é nem um pouco verdade. Este desabafo de agora com você, leitor ou leitora, é apenas para tentar clarear, para mim mesmo, o que houve, de fato. Não para acusar nem me penitenciar, mas para tentar esclarecer o ocorrido. Sei que não cuidei muito de me alinhar com a perspectiva da publicação, a não ser quando eram textos de cunho mais político, relativos aos direitos humanos, ao julgamento aos genocidas, e coisas do gênero. Mas como eles publicavam também, se bem que na coluna, não na capa, textos meus de poesia ou autoconhecimento e, eventualmente, Terapia Comunitária, me senti encorajado (esse foi o meu erro, acho) a continuar lhe enviando este tipo de escritos, o que incomodou. Isto não nos interessa, disse o tal editor. Ora, se não lhes interessava, para que publicavam? Para me confundir? Para me dar um pontapé como agora? Sinto um alivio por não ter mais essa coluna, embora, para ser franco, também um quê de tristeza. Era a única publicação argentina em que eu colocava de vez em quando algum texto. Talvez por isso insistisse em manter ali algum espaço. Na pretendo aqui e agora me desculpar, nem culpar, não creio nesse tipo de coisa. Tento esclarecer, para mim mesmo, e para os meus leitores e leitoras, o que houve. Sei que para um escritor é sempre importante ter um lugar onde escrever, como chegar ao público. Tenho publicado em diversos meios eletrônicos do Brasil e do exterior, inclusive outro da Argentina, com o qual houve outras formas de desentendimento, também. Neste caso, mais intolerância, acho, da parte deles. Não admitiram retrocessos, retirada de textos, mudança de opinião. É como se você ao se auto-corrigir, estivesse traindo ou se traindo. Enfim, se tiveste paciência de ler até aqui, querido leitor ou leitora, deverás estar a te perguntar, como eu mesmo agora, aonde quero chegar, qual o propósito destas digressões, deste desabafo. Como já disse mais atrás, é uma tentativa de clarear, que talvez tenha clareado apenas um ponto: a tolerância, a dificuldade de comunicação, a dificuldade, da minha parte, em me adequar a linhas editoriais ou determinações temáticas, torna difícil a minha coexistência com meios jornalísticos, sejam eles quais forem. Os blogs e a comunicação direta com pessoas da minha área de trabalho e interesse, afora conhecidos e familiares, parece ser o meio mais adequado para que eu possa seguir partilhando meus textos e reflexões, que abrangem áreas tão diversas, embora convergentes, do meu ponto de vista, como: direitos humanos, reflexões sobre o genocídio na Argentina, a Igreja dos Pobres (à qual pertenço, enquanto membro do Movimento Kairós-Nós também Somos Igreja), a saúde mental comunitária, a inclusão social, a mobilização social, a promoção da pessoa humana, a través da Terapia Comunitária (sou membro da diretoria de comunicação social da Abratecom, do MISC-PB (Movimento Integrado de Saúde Mental Comuntária da Paraíba, e do Grupo de Estudos e Pesquisas em Saúde Mental Comunitária da UFPB), a poesia, a filosofia perene, a religiosidade universal, para citar apenas alguns tópicos, aos que há de se acrescentar a literatura, minha grande casa, minha grande oikía.

terça-feira, 5 de outubro de 2010

La culpa

En el camino de regreso a tí mismo, encontrarás diversos obstáculos. Uno de los más difíciles, la culpa. Tanto difícil de reconocer, como de remover. Puede estar tan escondida y camouflada (y generalmente lo está), que un sinnúmero de aspectos de tu comportamiento en relación a los demás pero fundamentalmente en relación a ti mismo, está condicionada fuertemente por ella, y no te das cuenta. Te invito a mirar tu conducta y a ver si encontrás en ella aspectos que te parecen demasiado obligatorios, como que no podés substraerte a ellos. Probablemente por detrás de los mismos, pueda estar la culpa. Si no podés decir que no, si decís no y te sentís culpable, si tenés una necesidad invencible por agradar y ser aceptado, talvez te estés culpando tanto que ni te des cuenta. Hay hechos de los cuales uno se avergüenza, y cree que todo el mundo los conoce. No nos perdonamos por haber hecho aquello que nuestra conciencia y nuestra moral, nuestro sentido ético, condenan. Pero no iremos lejos culpándonos. Es necesario comprender. Comprender que en aquella situación, fuimos forzados a hacer lo que hicimos. No lo hicimos por maldad o por perversidad, aunque hayan tratado de convencernos de esto. Y siempre hay quien lucre al culpabilizar a otros. Es impresionante la cantidad de conductas que dependen de la culpa. La ansiedad, la formalidad excesiva, el servilismo, la omisión, una necesidad excesiva de servir a los demás, de ser útil, pueden estar escondiendo algún comportamiento culposo. No hay recetas, ni estoy haciendo otra cosa que compartir pistas, que cada uno podrá examinar por sí mismo, y tratar de descubrir qué hay por detrás de ellas. Lo que puedo decir sin dudas, es que la libertad que se adquiere al perdonarse uno a uno mismo, abre un espacio de aceptación y auto-respeto, imprescindibles para que la persona se sienta digna y merecedora de la vida en sociedad.

sábado, 2 de outubro de 2010

Mundo literario

Andaba por entre los libros como quien anda por un universo propio. No porque pensara en ellos, o en sus historias o en los autores de sus páginas, sino porque entre él y los libros había una continuidad. Eran una sola cosa. Andaba por entre los libros como quien anda por los pasillos de sí mismo. Talvez fuese una de sus ciudades predilectas. Allí no había conflictos que no pudieran resolverse con dar vuelta la página. Este expediente tan sencillo ponía fin a cualquier drama, a cualquier sufrimiento o desentendimiento. Era una ciudad de libros. Él andaba por las páginas etéreas de ese mundo, como una letra que recorres con tus ojos, un renglón en que te descubres. Abres una de esas puertas por donde andas, y vas a lugares dentro de ti y del mundo exterior. Todo está allí. Tú eres eso.

Caminos de unidad


Existe una convergencia entre la meditación, la desalienación, el placer, el arte, y otras prácticas sociales en que la persona vuelve a ser ella misma. Entre estas últimas, la terapia comunitaria, que es un espacio de escucha activa de si mismo, en que uno se descubre en el otro, en los otros. Hay un reconocimiento mutuo, se pierde la sensación de separatividad y aislamiento, y se recupera la sensación y la experiencia de unidad.

Por un lado, Jung con su abordaje del inconsciente colectivo, por otro lado, las experiencias de meditación como vivenciadas por Jesús, Gandhi, Ramakrishna, San Francisco de Asís. Uno y otro camino llevan a lo mismo, a la vivencia de la unidad, a una experiencia de que todo está unido, de que formamos parte de la totalidad. Entonces el concepto de Dios no es una entelequia abstacta.

Cuando la persona se descubre parte del todo, o mejor dicho, cuando ella recuerda, vivencialmente, experimentalmente, que ella es parte de la totalidad, toda su vida cambia, para mejor. Deja de sufrir por cosas que antes la afligían, como las sensaciones de pérdida de sentido y vacío existencial, que empujan millares de personas por todo el mundo, a cosas como el consumismo, la drogadicción, la depresión, el suicidio, la anomia, la alienación.

Días atrás, leyendo un libro de Hermann Hesse, leía lo que el escritor decía sobre su experiencia espiritual. Decía ser un hombre profundamente religioso, que siempre había vivido sin iglesia. O sea, decía: puedo vivir sin religión, pero no puedo vivir sin la fe. Espero ser fiel al sentido de sus palabras. Lo que quiero enfatizar, en todo caso, es que para Hermann Hesse, lo que interesa es la unidad, una preocupación insistente, casi obsesiva, del hinduismo, en sus palabras.

De hecho, el hinduismo, al igual que el mensaje de Jesús (Yo y el padre somos uno), rompen con la disociación, afirmando la unidad. Tú eres Aquello (Tat Tvam asi). La persona no tiene que transformarse en Dios, ella es Dios. Esta afirmación de radical unidad es revolucionaria, si se piensa que vivimos en un sistema que vive de la separatividad, de la disociación, de la exclusión, del no-reconocimiento de sí, de la anomia y la alienación. De hecho, el sistema capitalista es eso: la afirmación de la divergencia, mientras que la vida llama a la convergencia.

Por eso se dice que el capitalismo es un sistema intrínsecamente perverso. Invierte la realidad, muestra la apariencia y esconde la esencia. Rompe la unidad, crea pedazos, fragmentos de personas, fragmentos de vida. El arte y el placer, por otro lado, son también caminos hacia la unidad. Estas breves anotaciones no pretenden ser más que eso, esbozos de lo que se siente y se vive en busca de la unidad.

Cada uno es un camino hacia sí mismo, y todos, en conjunto, somos caminos de retorno de una humanidad que se pierde en la mercantilización y el utilitarismo, en el objetivismo y la cosificación, y se reencuentra en la solidaridad y en las prácticas de fraternidad. No se necesitan nuevos discursos, nuevas teorías o interpretaciones, sino nuevas experiencias, para ser feliz.

La felicidad está al alcance de la mano, en realidad, en las manos de cada persona, y de la humanidad como conjunto. Consiste en ser uno quien es, y esto se aplica a cada individuo, y a la sociedad, o a las comunidades como la familia, los grupos religiosos o de otra índole. La identidad refleja lo que uno es, y eso se aplica a lo personal y a lo colectivo. La identidad se pierde cuando lo esencial se confunde con lo aparente, y toda disociación es oriunda de la pérdida del sentido original de pertenencia.

El individuo cuando se redescubre vinculado al todo, parte de la comunidad y de la historia, del tiempo y de la vida, se recupera de todos sus males. Vuelve a ser feliz, con esa felicidad original que se tiene de niño, antes de que los traumas empiecen a hacer llorar a ese niño o niña que, en al vida adulta, somos obligados a traer de vuelta, pues es nuestro primer maestro.

Es quien conoce el camino de regreso: el placer, la alegría, la simplicidad, la confianza, la despreocupación. Todos los caminos conducen a Roma, podríamos decir, a título de conclusión provisoria de estas reflexiones. Y los caminos son muchos, tantos cuantas personas hay o hubo en el mundo, pues la continuidad de la vida muestra la conexión indestructible de todo lo que es, lo que fue, y lo que será.

Poetar

Vivir es estar constantemente en busca de uno mismo, esto no termina mientras estamos vivos, en verdad es la propia señal de la vida, al menos para los artistas, o para el lado poético de cada persona humana. El artista, el poeta, está constantemente en pós de sí mismo. Sus poemas, sus escritos o pinturas, su canción, son llamados a una belleza interna, o una emanación de ésta. Algo como lo de Leopoldo Marcechal en Ascenso y descenso del alma a Dios por la belleza, si recuerdo bien el título de su libro. Una cosa que Van Gogh buscó toda su vida, que yo busqué cuando pinté, que sigo buscando al escribir, que los Beatles buscaron al cantar, al tocar: reverberar en los corazones humanos. Escribir es para mí ésto, y escribo hasta cuando no estoy escribiendo. Al vivir, el libro de la vida vuelve sobre sí mismo y me contiene, me veo como una de sus letras, como decía Jorge Luis Borges en Para una versión del I King, el libro de las mutaciones. Es un volver y volver, constantemente estar volviendo a sí mismo, al origen, al lugar donde comenzó tu existencia, como dice el Martín Fierro. Lo humano es esto: Volver.