terça-feira, 29 de março de 2011

Vida

La muerte nos trae a la vida. El misterio de lo que nos espera más allá del último segundo de vida, es semejante al misterio que está del lado de acá. Allá y acá, misterio. Mi fe me dice, como a tantas personas en todo el mundo, la fe nos dice que hay otros mundos, otras esferas, otros lugares. Lugares de amor infinito, de paz profunda, silenciosa y audible en las horas de meditación, en los momentos de comunión con el Altísimo. Algo que uno puede comprobar, es que esos lugares donde viven aquellos seres amados que ya partieron, son lugares reales, lugares creados por nuestra memoria, nuestra imaginación, nuestra fe y nuestra creencia. Son lugares reales, tan o más reales que este lugar donde estás hoy aquí, que de pronto ni sabes si es tan real.

terça-feira, 22 de março de 2011

Lugar de poeta

De pronto darte cuenta de quién sos, puede ser todo lo que necesitas. Si sos un poeta, no sos alguien que tiene que hacer algunas cosas, alguien que se identifica con alguna de las cosas que hace. Podrás hacer cosas, o hasta tendrás que hacerlas, pero no te confundís al punto de pensar que sos un jardinero porque cuidás de las plantas, o que sos esto porque hacés lo otro. Lo que quiero decir, es que cuando uno sabe quien es, no se confunde con lo que hace. Es muy lindo. Como yo soy poeta, y entiendo que esto le ha de haber pasado a cuanto poeta existió, ya que la poesía es una actividad continua, como la vida, esto es lo que quiero decir: quien poetiza, quien es poeta, continúa una actividad elemental de la humanidad. Una necesidad innata del ser humano. La belleza no es accesoria, es fundamental, es esencial y el poeta sabe esto. Si escribe una bella poesía, si hace una linda prosa poética, es porque su vida de a poco se fue encajando en el lugar exacto. Un poeta puede haberse sentido extraño durante años, toda su vida, de pronto, pero al saberse poeta, al saber quién es, encontró su lugar, está donde debería estar.

sábado, 19 de março de 2011

Dios

Me gustaría decir algunas cosas que siento, sobre el vivir centrado en Dios. Es más un diálogo mío con la divinidad, pero si quieres leerlo, no hay nada de malo en eso. No sabría cómo comenzar, pues la verdad es que siento que ya sabes lo que te voy a decir, antes mismo de que lo piense o lo ponga en el papel. Esto es radicalizar en Dios. Esto es volver a la vivencia de Dios que aprendí, a la noción de la Divina Madre como comprendiéndolo todo, envolviéndolo todo con su manto de amor incondicional, como el aire envuelve todas las cosas. Yo creo que es posible vivir en Dios todo el tiempo, o a mayor parte del tiempo, sin tornarse por esto un alienado. Al contrario, puede ser una forma de estar más presente en la vida, en el medio de la familia, en el trabajo, en el contacto con gente desconocida que encuentras por la cale, en quienes empiezas a ver alguien como tú, que es una expresión de Dios. Yo creo que a lo largo de la vida, la persona va creando formas de estar con Dios, formas de convivir con Dios, formas de vivir desde Dios, en Dios, como prefieras. No son lo mismo todas estas cosas, son maneras diferentes de estar en la unidad, de ser la unidad, pero están relacionadas entre sí. Hay quien, como San Francisco o como Ramakrishna, vivan sumergidos en la divinidad. Pero si piensas en gente más cerca, un Gandhi o John Lennon, o alguien de tu familia, muy cercano, que vivía en contemplación, en adoración de amor, puede ser que comprendas que talvez la mejor forma de estar a presencia de Dios continuamente, pueda ser simplemente ser quien eres, hacer lo que haces, siendo auténtico todo el tiempo, poniéndole amor a cada pequeña cosa en tu vida. Yo creo que cada uno, cada persona, crea sus modos de comunión, sus modos de ser feliz en esta vida. Y esto independe de ideologías, de lo que la persona crea que cree. La felicidad depende más, me parece, de una actitud interior de aceptación de la vida, de reverencia al milagro de estar vivo, de estar habitando un cuerpo que respira, que se mueve, que ve, oye, escucha, piensa, se arroba al escuchar el canto de un gorrión, al evocar las epopeyas que le tocó atravesar a lo largo de su camino. Te admiras de poder admirar la belleza del mar a la mañana, cuando el sol brilla en medio de las nubes como un oro, o bien a la noche, cuando la luna deja su luz brillar plateadamente sobre el mar calmo. Te admiras de saber que los días de cada viviente están contados y que más allá, quién sabe, quién sabe lo que habrá más allá. Tu fe te dice algunas cosas, pero la vida te va diciendo otras, te va trayendo certezas que te tranquilizan. Algo como un sol infinito te empieza a acompañar, o notas que te ampara, mucho más allá de este mundo visible, y eso te da paz, te da una tranquilidad. Haces las cosas de todos los días, sientes la callada compañía de tus antepasados, que partieron antes, y sabes que no estás solo. Así vas yendo por los caminos de la vida, rumbo hacia Dios, a esa tierra prometida donde siempre brilla el sol, como dice la canción.

quinta-feira, 17 de março de 2011

Lees, viajas

“Escribo para tener un lugar donde vivir”, decía Anais Nin. Escribir puede ser eso, y leer puede ser también una experiencia de habitar, de tener un lugar, o más aún, muchos lugares, vastos mundos, muchos mundos, pues cuando lees te despegas de esto que está aquí, que parece ser tan cierto y que sin embargo es un gran misterio. No sabes lo que es este plástico, esta pantalla de computador, ese ventilador que ameniza el calor de esta tarde, no lo sabes, y al no saber, este mundo se asemeja en algo a los mundos adonde los libros te llevan, adonde te dejas llevar como una especie de remedio para tanta realidad irreal, tanto cotidiano que necesita ser pulido hasta que pierda ese tono impositivo que muchas veces tiene. Muchas veces te dejas llevar por esas historias, por esos mundos literarios, esas narrativas de Poe o de Lovecraft, esos poemas de León Felipe o de Fray Luis de León, y entonces te alivias de esa exigencia de utilidad que parece imponerse en todos los actos de la vida hasta ahogarla. Pero no es necesario, ni siempre ha sido así. Cuando leías de niño, y cuando lees ahora, te vas hacia esos mundos, a las montañas de la locura, a la casa de Usher, a casas abandonadas adonde Enyd Blyton te llevaba cuando eras joven, a Irlanda, a Inglaterra con Cronin de la mano, al cuarto propio de Virginia Wolff, a esa extraña mujer del cuento del escritor irlandés. Vas a lugares que talvez nunca conozcas del modo como muchos piensan que es el único modo de conocer. "Viajar no es cambiar de lugar, es cambiar de mirada", dijo alguna vez Proust. Cambias de mirada cuando tomas el camino del burrito pedrés, en Sagarana de Guimarães Rosa. O cuando te internas en las pampas del Martín Fierro, o cuando te vas al Marte de Bradbury. O entonces te vas a tantos otros libros que viste o que leíste en la biblioteca de tu abuelo en San Genaro, o en la de tus padres en Mendoza, o en la Biblioteca San Martín en la Alameda, o aún en estas, en todas las bibliotecas por las cuales andas o andarás, anduviste algún día o visitaste en tus sueños. Ellas forman un laberinto infinito y por allí juegas juegos infantiles, juegas a recorrer mundos entre hojas y estantes, mundos de antes y de ahora, mundos infinitos que se extienden en todas las direcciones. Lees, viajas.

terça-feira, 15 de março de 2011

Mosaico mandálico fluye

Hay días que te levantas así, como queriendo jugar con la vida, queriendo jugar con ese tu modo de creer que las cosas son de varias maneras al mismo tiempo, con esa tu forma de ser, que parece ser confusa pero es tan traslúcida como el agua de la fuente. El día va yendo, y vos te vas dejando llevar por el día, dejándote llevar por la vida, a veces agarrando el timón y queriendo ir hacia la orilla o hacia el horizonte, o bien como ahora, dejando que las letras vayan viniendo y tú, como un niño, viendo a ver qué viene. Dejas la hoja en blanco, la frase como en suspenso, a ver qué es lo que puede llegar a venir, si es que viene, si no es que viene y va. El día va yendo, vas viniendo, dejándote llevar por el incesante fluir de la vida. Ella va y viene, no sólo tú, ella también va y viene. Se olvidó algo en el piso de arriba y lo va a buscar, como tantas veces también te olvidas de alguna cosa y la vas a buscar. Ya has andado por las calles y por las veredas de la ciudad. Por la beira-mar, apañando una lluviecita. Ido a la universidad y vuelto, pensado en ella como la cosa más importante de tu vida. Ella, que está aquí a tu lado ahora mientras escribes estas cosas. Ya has visto algunas miradas, te has visto en algunos ojos, en los espejos, como decía Borges. Borges, Borges. Incesante Borges de los mil espejos. Has olido la tierra mojada, las plantas después de la lluvia. Has leído algún mensaje que te recuerda las cosas que aprendes en esta etapa de la vida cuando aquél crepúsculo infinito te acompaña, muchas veces, como la certeza absoluta de una recepción ilimitada del otro lado, del lado de allá de tus días. Ahora escuchas una máquina en la construcción de la esquina, y la tarde va pasando, lentamente, como la arena por el reloj de arena. Y no te preocupa si una metáfora está un poco sobre-explicada, sigue siendo lindo, pensar la vida como esos granitos de arena que bajan hacia la parte de abajo del reloj, de esos vítreos mundos de tiempo de medir el tiempo. A veces juegas a dar tres espacios antes de entrar en actividad, para evitar la reacción, el preconcepto, lo que no debe salir pues es apenas rechazo. Juegas a tratar de encontrar la realidad y no lo que piensas sobre ella. Y ella suspira a tu lado, con el calor de la tarde. Y la máquina en la construcción de la esquina. Fuiste al Shopping a ver con ella unos vestidos para ella. Mirabas su rostro, tanta belleza. Ahora la noche ha llegado. Sueños con Adalberto Barreto y seu Chico. Balas de cañón, una de ellas de oro. El día está terminando. Como un artesano, pones la última piedrita y te despides de quien está leyendo estas palabras. Boa noite.

segunda-feira, 7 de março de 2011

Habitarse

Hay días que empiezan como si atendieras a un llamado indefinido. La luz va llegando y la oscuridad se va yendo. Ya ahora el cielo está claro y has recibido algunos mensajes de cariño. Has trabajado un poco. Una presencia amiga en la casa. Has percibido cómo en tus escritos vas encontrando tu lugar, vas construyendo un lugar para ti con lo que escribes, vas rediseñando tu vida con las palabras que vas poniendo en los renglones, en las hojas que se van llenando, que se van yendo, que salen volando por el mundo interno y externo, eterno. No quieres dejar de escribir pues es muy bueno tener un lugar. Hay quien lo tenga cantando, quien trabajando, quien yendo al cine o caminando por la vereda o manejando por las calles de la ciudad o del campo. Ser humano es habitar, es hacer lugares y habitarlos. Eres el lugar habitado por ti mismo. Eres tu propio mundo. Todo tú estás aquí. Buen día.

terça-feira, 1 de março de 2011

Imortalidade

Tenho começado a ler o livro de José Saramago, As intermitências da morte. Fazia muito tempo que um livro não me atrapava assim. E digo que o livro atrapa mas é a história, ou a estória, que até hoje não sei ao certo como é que se diz de verdade, viu? Mas o caso, ou seja, melhor dizendo, o que quero dizer, é que me parece vedadeiramente interessantíssimo que alguém possa ter construído, como de fato construiu, um enredo como esse, da suspensão da morte num país cujo nome não se cita. E, a partir deste momento em que as pessoas deixam de morrer, o que ocorre naquele país de nome desconhecido, em que todo mundo começa a ter que se virar com a tão desejada quanto agora temida imortalidade. Não por acaso, agora de tarde, e depois de uma noite em que fora difícil conciliar o sono, pego um livro de Fernando Pessoa, Eróstato e a busca da imortalidade. Verdadeiramente é um descanso, um remanso, ler as sentenças de Fernando Pessoa, depois de ter perdido o sono com o relato de Saramago sobre a suspensão da morte e as mudanças no cotidiano de um país e da sua gente disto derivadas. Ler é bom, e temperar um autor com outro, é ainda melhor. Silvina Ocampo, uma escritora argentina de quem não tinha ainda lido uma palavra, ontem me deliciou com trechos das suas memórias, intituladas La Promesa, publicados na revista do jornal La Nación. O mergulho nestes escritos me levou ou me trouxe para um mundo de quietude e paz, um mundo de imaginação e de memória, em que a vida é recriada a partir de olhares capazes de pôr no papel um relato original, muito próximo da vivência, longe dos estereótipos e das palavras gastas e repetidas. Isto me lembra de Jorge Luis Borges, em quem também tenho encontrado, muitas vezes, um remanso de paz e quietude. Penso em Límites: De estas calles que ahondan el poniente, una habrá, no sé cual, que he recorrido ya por última vez indiferente, y sin adivinarlo sometido a Quien prefija omnipotentes normas y una secreta y rígida medida a las sombras, los sueños y las formas que destejen y tejen esta vida…