quarta-feira, 16 de novembro de 2011

¿Qué realidad?

Hay unos días en que te levantas y es como si te hubieras quedado en algún lugar del lado de los sueños, o en mundos imaginarios que no consigues evocar con precisión. Tratas de ir creando alguna sensación con el lado de acá, como si poniendo letras y formando palabras y frases, fueras capaz de ir dándole alguna forma a esto que está aquí, a este estar aquí esta mañana. Sabes que son intentos precarios. Todo parece precario esta mañana, como impregnado de alguna fragilidad indefinible, una como que irrealidad imposible de ser definida adecuadamente. La realidad es extraña, y ahora, en este mismo instante en que escribes estas cosas, es como si alguna punta de este mundo, una del lado de allá y otra del lado de acá, empezaran a juntarse, empezaran a querer coser juntas algo en común esta mañana. Los recuerdos de ayer, el fuerte Santa Catarina, aquella pared de piedra bajando, sombreada, hacia el suelo, mientras el sol escaldante de la mañana de ayer, mientras las paredes amuralladas y los cañones, como que evocaran otros tiempos en ti, tiempos que no sabes cómo situar o que lugar tienen en tu memoria o en la memoria de la ciudad. Hoy esa muralla bajando hacia el suelo, con plantas creciendo en las grietas, los cañones apuntando a algún lugar a lo lejos, la ciudad con sus sones de día feriado, todo como que llamándote a un tiempo pretérito o aún por venir, o un tiempo en que el tiempo hubiera refluido sobre sí mismo, el tiempo de esta mañana. Ya vas dejando las teclas, el mágico ritual de ir construyendo hilos de unidad entre las partes que forman el todo. Los sonidos del día de hoy, el recuerdo de ella saliendo a la Universidad en el auto, su rostro, todos sus rostros desde el día que la conociste, sus manos, su modo de ser, ya tan entrañado en el tuyo que parecen ser un solo ser. ¿Y no son? O ¿qué es el amor? ¿No es acaso esta dilución de fronteras, este no saber dónde está el límite tuyo y dónde el de ella, donde termina uno y comienza la otra? ¿Dónde empieza João Pessoa y dónde termina Mendoza? Dónde del dónde. Recuerdas el largo poema de Julio Cortázar, y te preguntas, como tantas veces te has preguntado, dónde va la gente cuando muere. Qué es esto que está aquí, tú y todo esto que te rodea, los sonidos de la construcción vecina, los ladridos del perro de al lado, los recuerdos de ayer en la Cidade Verde, todo esto que está aquí. Aquí pero dónde. Aquí. Parece que algo hubiera quedado inconcluso, pero qué es lo que está concluido, si todo es un ir tejiéndose y destejiéndose tú y todo lo que te rodea. Ya no sabes más qué letra dejar caer, qué palabra ver dibujar delante de ti, en este renglón que parece ir adentrándose del lado de allá de la hoja, una hoja que empieza a querer volar como buscando un lugar en otro lugar, lejos de aquí, o aquí mismo, no lo sabes. Y quién sabe alguna cosa, a no ser nada saber. Quién sabe. Quien sabe calla y quien no sabe habla, dice un libro antiguo. Entonces, dejas la hoja volar.

sábado, 12 de novembro de 2011

Dios es un intento

Dios es un intento. Me gustaria compartir algunas reflexiones sobre esto, pero no desde un punto de vista teológico o intelectual, sino vivencial. Digo que Dios es una tentativa, pues vengo tratando de encontrarlo desde hace años, sea bajo la forma de Jesus, o de la Divina Madre, o aún de Dios padre. Cuando hablo de Dios, me refiero a la trama fina del universo, a lo que constituye la totalidad de la vida, la Unidad de todo lo que existe. No descarto su existencia de otros modos, pues en definitiva considero que Dios en ese sentido, seguirá siendo siempre para mí un misterio, una gran interrogación. Pero cuando me refiero a Dios como la rama profunda y esencial de la vida, de todo lo que existe, de Dios como el encaje perfecto de todas las cosas y personas, de todos los seres y ritmos, de todo lo que existe en todas sus formas y estados, tal vez me esté acercando no ya a una idea, sino a una práctica de Dios, a su vivencia en la vida diaria, en la vida de todos los días, la vida que estoy viviendo. Esta es una sensación que se ha manifestado en mi vida en varias oportunidades, de distintas formas, pero que en los últimos días ha venido como que encajándose en mi percepción y mi vivencia, de una manera más evidente y sensible. Creo que nada ocurre por acaso, que todo está relacionado, y esta comprensión, que por mucho tiempo me atrajo desde un punto de vista racional o intelectual, últimamente se ha ido haciendo evidente por sí misma, en un encaje perfecto de todo lo que me ocurre, todo lo que siento que le ocurre a la gente a mi alrededor, aún a las personas que no conozco. Me gusta compartir esto, que es una vivencia simple pero muy hermosa, con quien pueda leer estas líneas, pues creo que mucha gente se interesa en la vivencia de Dios. No puedo saber si esta vivencia me está siendo dada como una gracia pura, o si ella es consecuencia de acciones u oraciones de parte mía: esto no me cabe juzgar ni tratar de entender. Comencé estas líneas diciendo que Dios es un intento, y me tranquiliza saber que, sea por la gracia o por nuestro esfuerzo personal, es posible alcanzarlo, vivir en su órbita, encajar nuestra vida en su plan. Esto me remite a lecturas y experiencias de mi juventud, especialmente a un librito que hizo mucho por mí, y que volví a leer hace algunos años, y siegue siendo un compañero inseparable. Me refiero a En las horas de meditación, de F. J. Alexander , y a otros dos que me acompañan también desde mis años juveniles: El Evangelio de San Lucas, y La Imitación de Cristo. Me parece que debo dejar por aquí estas reflexiones, esperando que puedan servir a quien las lea, en su propia búsqueda, en su propio intento por vivir Dios, por vivir en Dios, por ser Dios, en el sentido profundo y claro con que me estoy refiriendo a esto aquí, o sea. Vivir en la armonía, en el encaje perfecto de la vida y de todas las cosas, los tiempos y los ritmos.

domingo, 6 de novembro de 2011

Estado literario

Hay días en que estás como que en un estado letárgico, podríamos decir. No es bien la expresión correcta, pero por ahora la vamos a dejar como está. Es como si estuvieras solamente en parte del lado de acá, del lado de la llamada realidad concreta, que de concreta no tiene nada o casi nada. Pues es eso justamente, en esos días, estás más del lado literario de la existencia, del lado de los libros y de las historias que has leído, de los autores cuyos mundos has aprendido a habitar, mundos que te han cautivado, palabras en las que has aprendido a vivir. Esos días y esos momentos, son como que llamados del mundo real en que vives, el mundo fantástico que es, ese sí, verdadero y concreto para ti, el mundo literario. En esas horas, estás no estando del lado de acá, estás en estado literario. Como que el mundo cotidiano se hace casi translúcido, una opacidad lo cubre, lo torna irreal, pero sigues estando aquí, un poco translúcido tú también, como que en alguna de esas páginas que habitas, en algunas de esas historias y casas y paisajes donde has aprendido a vivir. El estado literario es como que una protección, una habitación, un capullo de seda donde te envuelves y permaneces por horas al hilo, días enteros, a veces meses años, tal vez toda tu vida o buena parte de ella hayas estado allí, hayas estado así, en estado literario.