terça-feira, 25 de fevereiro de 2014

Caminando

Esta tarde salí a caminar. Comenzó a lloviznar cuando ya estaba demasiado lejos de la casa como para volver. Anduve en busca de algunos libros, que finalmente comenzaron a dar indicios. Me encontré con mi hija Natalia, que andaba por la Avenida San Martín. Conversé con varias personas, como para saber que había alguien allí afuera. Allí pero dónde, cómo. Volví bajo la misma llovizna (o sería otra, ahora no sé), y finalmente llegué a la casa, a estas teclas, a tus ojos, a tus anteojos.

Componiendo

El día había amanecido lluvioso. Nublado y lloviendo. El sonido de la lluvia cayendo, golpeando en las piedras del jardín. Las veredas mojadas, el aire húmedo. Las primeras caras. La chica que pasaba subiendo hacia el lado del parque. La habías visto antes, mirando ella una vitrina en la Paso de Los Andes. Sensaciones como de cuando eras chico, y juntabas cubitos de madera formando palabras, construyendo casas, vaya a saber qué. La voz de ella, su presencia, adentro tuyo, por todas partes. Aún cuando ausente, presente. Eso te alegra, te contenta y te consuela. Somos tan frágiles. Los ruidos de la obra de en frente. La vecina de en frente entrando a su casa. Tu padre andando por la casa con el bastón, optimista, como siempre. La vida se va componiendo, como un cuadro, pequeños trazos, pinceladas. Como un cuadro, la vida, un día de lluvia.

segunda-feira, 24 de fevereiro de 2014

Un día no es otro día

Un día no es otro día. Es este día. A fuerza de costumbres equivocadas, podemos habernos habituado a creer que este día no es este día, sino otro, un día más. Ustedes pueden ver la importancia de los buenos hábitos. Este día es este día, no es otro día. Algo tan elemental, sin embargo, se nos puede estar escapando por completo, y, así, podemos estar perdiendo el único tiempo que nos es posible vivir. Este día es este día. Empezó a la mañana, como acostumbran comenzar los días generalmente. Pero si uno se fija bien, cada día es distinto del otro. Si no prestás atención, podés creer que este día es otro día, y ahí ni te cuento. El otro día, por ejemplo, se me ocurrió esto. Estaba aún de noche, la oscuridad del cuarto iluminada por la luz de la luna que entraba por la ventana. Me dí cuenta de que esa oscuridad, ese modo único del día que estaba por empezar, debería ser posible de ser captado y transcripto para el papel. Lo que puede ser transcripto, puede ser transformado. Pero hay que tener cuidado para que la costumbre no se nos imponga y deje para atrás lo que está aquí, esto que está aquí ahora. Si esto ocurre, y pasa en las mejores familias y a los más avisados, entonces uno se puede empezar a aburrir soberanamente, puede empezar a vivir como detrás de una pared de cristal, y la vida se quedó afuera. Entonces es lo de la copia. Lo de Cortázar y la copia de la nube archivada en la memoria. Creí que podría evitar de citarlo a Julio Cortázar, pero no tuve más remedio. Pero por qué no citarlo, che, qué tenés contra Cortázar, y justo en el año en que le están dando tanta bolilla. No hay nada de malo en esta o en cualquier otra cita, siempre que se sepa por qué y para qué se cita, y sobre todo, qué es lo que estamos citando.

La vida son restias

En la vida hay restias, o la vida son restias. Esto lo supe ayer mientras miraba un cuadro en la casa de una familia amiga, que vive en Chacras de Coria. En el cuadro se veía una mujer en un patio, en cuya pared se dibujaban las luces y sombras de unos árboles. Era una luz proyectada desde arriba, el sol bajando y mostrándose en la pared. Cuando supe esto me vino una tranquilidad bárbara. Réstias, frestas, rendijas, brechas, grietas. En la misma hora, me vinieron todas estas y algunas otras palabras semejantes. Una luz, una hendidura, en el poema de Jorge Luis Borges, Para una versión del I King, el libro de las mutaciones. Una rendija, en el texto de Julio Cortázar en La vuelta al día en 80 mundos. Graciliano Ramos, en Angústia, describe una rajadura en la pared, por donde se ve el tiempo y los acontecimientos Edgar Allan Poe, en La caída de la Casa Usher, también se admira de una grieta que baja por la pared del castillo, perdiéndose en las aguas del lago que lo rodean. Réstias, frestas, rendijas, hendiduras. Uno puede ver a través de ellas, la vida se nos muestra desde esos espacios aparentemente despreciables o insignificantes. En realidad, la vida ocurre desde esos espacios. Cuando algo se rompe, o se golpea, se triza, se abre una rajadura. Por esa rajadura, hay una posibilidad. La ruptura abre una posibilidad. Nadie vive una vida padrón, son siempre vidas singulares y únicas. La grieta nos puede mostrar eso. Podemos ver esa luz que está por todas partes, que nos invade, nos muestra lo que está bien, lo que es justo y querido por Dios, lo que es el amor, lo que une todas las cosas.

domingo, 9 de fevereiro de 2014

Escrevendo encontro meu lugar

Às vezes a gente pensa que não tem um lugar no mundo. Pega uma caneta e começa a escrever. Sente que está onde deveria estar. A folha é um bom lugar para se viver. É um bom lugar para se viver. E está ao alcance da mão. É baratinho, também. Quanto custa um caderno, ou uma caderneta? Nem tanto assim. O benefício é imediato. Estou aqui. Sou isto, estas letras que vais lendo. Já devo ter dito isto muitas vezes, e seguirei dizendo. Não tem nada de mais em repetir, quando são coisas boas. A sensação de não se ter um lugar é terrível, verdadeiramente desagradável. E se esse lugar está aqui, sou eu, são estas letras, estas palavras, estes sentimentos ou vivências ou reflexões ou o que quer que me dê na telha de escrever, então é muito fácil. Uma terapia instantânea. Nem tenho que sair de casa. Ou até posso andar por aí, como gosto de fazer; por exemplo agora à tarde fui até o supermercado comprar umas latas de ervilha e peixe. Tinha um senhor no estacionamento que comentou sobre o calor da tarde. Estava de lascar. Reparei nas feições do homem, no sotaque da sua voz. Saindo do supermercado, um cara impaciente atrás de mim, se incomodou porque quis ceder o lugar para uma senhora bem velhinha que estava se aproximando do caixa. Fiquei tão irritado com a sua atitude, que disse para ele: vá, já que está tão apressado. O cara passou na minha frente. Olhei para ele e lhe disse, apontando para a velhinha: um dia talvez você tenha a idade dela. Enquanto o cara estava aguardando para ser atendido no caixa, reparei: estava olhando para a velhinha. Em seguida, o olhar da velhinha encontrou o meu. Saí, vim fazer uma tortilha e jantei com meu pai, que tem 92 anos e sempre vê o lado bom da vida. Hoje de manhã pensava: tem tanta coisa boa na minha vida! Poderia reclamar das coisas que não gosto, mas preferi ver o que tenho. Me alegrei de imediato. Agora já é de noite em Mendoza, e penso nela, em João Pessoa, sozinha como eu.

Tengo mis escritos

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que tengo un lugar para mí. Al margen de las fluctuaciones de la gente que me quiere y que muchas veces exige demasiado de mí. Al margen también de mis propias variaciones de ánimo y de disposición. Tengo mis escritos. Ese es mi lugar, hecho de algunas o muchas frases con las cuales he ido tejiendo mi nido, el lugar que habito, mi casa interior. Es un espacio más permanente y sólido, en medio de las vicisitudes de la vida. Más allá de las obligaciones, del desamparo que muchas veces siento, esa sensación de no tener un lugar adonde ir, de no tener un lugar en el mundo, en la vida. Yo soy el lugar donde quiero estar, donde debo estar, donde puedo estar. La gente tiene sus obligaciones, como yo tengo las mías, y nadie puede estar tan a disposición de los demás, que no pueda decir que no. Siempre se puede decir que no. Y muchas veces nos dicen que no, así como decimos que no. Si no le puedo decir que no a un amigo, no sé si es un amigo. Talvez sea alguien que espera demasiado de mí. Pero yo no debo tener tantas obligaciones con nadie, al punto que no pueda ser yo, que no pueda respirar, que no pueda tener mi propio espacio, mi propio lugar. Por eso tengo mis escritos. En ellos me he ido recuperando, me voy teniendo de vuelta. Muchas gente se ha ido viendo en ellos, y se siguen viendo en ellos. Pero no escribo tanto para los demás, como para mí msimo, si bien que hay un ir y venir, hay una reciprocidad. No existo sin los demás, ni nadie existe sin sus prójimos. Es la medida, la difícil y justa medida, lo que tengo que alcanzar.

terça-feira, 4 de fevereiro de 2014

Escribir

Escribo para tener un lugar donde vivir, dijo alguna vez Anais Nin. Julio Cortázar, en ¨Del sentimiento de no estar del todo¨, en La vuelta al día en 80 mundos, dice que nunca admitió una clara diferencia entre vivir y escribir. Creo que cada persona que pueda estar leyendo esto, tendrá sus propias impresiones que agregar. Por mi parte, tiendo a ver cada vez más una confluencia de lo literario y poético, con un estar aquí pleno Con un ser cada vez más la persona que soy, el ser que soy, y no lo que pueda haber creído que era o debería ser. Libertatura, se llama un libro mío inédito (y que talvez jamás publique),en el cual reuní varios de mis escritos en los que vengo aproximándome a lo que es el vivir literariamente, el vivir poéticamente, el ser poesía-literatura, el descubrirse y saberse un personaje de ficción, alguien que crea y recrea constantemente sus contornos y sus rumbos en este mundo que así, va siendo cada vez más, nuestro mundo, el mundo de cada uno, de cada una. Obviamente, todo lo que escribo, todo lo que vivo, es una resultante más o menos feliz y completa o incompleta, en proceso de constante construcción y reconstrucción. Proceso este en el que reconozco, desde el comienzo, las lecturas de los cuentos con las que mi madre nos encantaba cuando niños. Los poemas que mi padre recitaba tiempos después, que fueron disolviendo, en buena medida, los contornos de ese mundo real y objetivo en el que nunca conseguí encajarme del todo y en el que, a esta altura de la vida, ya creo que no me podré encajar jamás. Simplemente porque no existe ese tal mundo asi y asá, hay más bien mundos que vamos creando individual y colectivamente, que se acercan y se apartan, se entrecruzan y se oponen, pero que nunca o casi nunca coinciden totalmente con algo con lo cual todos podamos concordar. Obviamente, no me habría descubierto escritor, sin algunas personas cercanas o lejanas de las cuales fui recibiendo ecos que me informaban que este proceso estaba en marcha, que de hecho, estaba construyéndose ese espejamiento en el cual me fui reconociendo, y del cual ya no podría prescindir. Me refiero a la lectura y escritura, este ir tejiedo y destejiendo reflejos en los cuales nos vamos viendo como somos, vamos descubirnedo rendijas por las cuales nos vamos asomando al mundo, o desde las cuales el mundo nos da señales. Vamos descubriendo que podemos ser, en definitiva, la persona que somos, y no la que pensamos que deberíamos ser.