sexta-feira, 27 de abril de 2012

La literatura como fuga

A veces uno se pone a escribir no tanto por tener algo determinado o específico para decir, sino más bien, para escapar de ciertas enfermedades cotidianas y de convivencia de las que nadie está exento. No sé si me explico, pero es muy lindo poder de esta manera tan tranquila, escapar hacia lugares tranquilos como los que nos ofrece el escribir, el leer, lo literario y poético, no sé si me entendés, che pibe o piba. Y esto de escapara a través de lo literario y poético, tiene varias derivaciones o formas de concretizarse. Una de ellas, es ponerse a recuperar con la memoria, cosas vividas. Como ser un reflejo de la luz del sol en los azulejos del baño, que te llamó la atención días atrás. O el canto de los pájaros, que de a poco fuiste desenhebrando, al punto de poder ir captando las peculiaridades de cada forma de cantar que tienen los pajaritos que cantan por estos lados. Otra forma de fuga poético – literaria es pensar en alguna frase que algún escritor dijo y que te quedó martilleando en la cabeza, como ser aquella de Julio Cortázar sobre la objetividad falsa que la literatura deshace. O también los espejos de Jorge Luis Borges, multiplicando todas las cosas, las caras, las casas, todo en todas direcciones hasta el infinito y más allá. O José Saramago son su hombre duplicado, que se descubre réplica de un actor de segunda importancia en una película que otro profesor le prestara. Como ves, che pibe o piba, la cosa no es tan difícil. Pero hay que querer, como en todo. Hay que tener ganas de substraerse a la chatice de cosas que por ahí te pueden llegar a enfermar muchísimo de la cabeza., y que es mejor no nombrar para no presentificarlas, ¿no te parece?

Ir á praia

Ia à praia pelo mesmo lugar, à mesma hora, do mesmo jeito. E de tanto ir à praia desse mesmo jeito, a essa mesma hora e por esse mesmo lugar, hoje de manhã, sentiu que esse ir à praia era algo que estava ali, nesse lugar, nessa hora, desse jeito.

sexta-feira, 13 de abril de 2012

Historia

Hay veces en que uno llama a su propia historia. Llamas a tu pasado, él te envuelve, eres uno con él. Todo lo que viviste está aquí. Eres una historia viva. Tantas páginas pasaron. Hoy lees otras historias. Saramago, Borges, Fernando Pessoa, Julio Cortázar, Machado de Assis, García Márquez. Tu historia y estas historias, tantas historias, todas las historias son una única historia. Una historia que pasa y no pasa. Hay una fuerza callada en todos tus pasos pasados. Todos tus pasos son presentes ahora. Sos el camino que te trajo hasta aquí. Sos el florecer del universo. Sos tu propia historia.

domingo, 8 de abril de 2012

Tiempo detenido

Hay días en que el tiempo parece haberse detenido. Miras los árboles, las palmeras, el lago del parque, y todo parece inmóvil. Ya desde temprano, notabas una ausencia casi total de pensamientos. El dia fue yendo, fuiste a caminar alrededor del lago, almorzaste, y todo seguía en esa casi total inmovilidad y quietud. Puede parecer redundante, pero es que era tan grande la sensación de que todo estaba detenido, que aunque caminabas y escuchabas, todo parecía estar quieto. Hasta los cantos de los pájaros, a la tarde, estaban como contenidos en sí mismos. Eran sonidos que no se propagaban, giraban y permanecían en el mismo lugar. Uno va anotando estas impresiones, pues cada día tiene al menos una, y al registrarla, se va borrando la falsa sensación de repetición que pueda haber ido creando la rutina. Compraste empanadas en una casa de comidas del barrio, y dentro de esa casa, las luces, las paredes, la decoración, hasta el habla de la chica que te atendió, parecían estar envueltas en una lentitud notable. Ahora el día va terminando, y esa misma sensación de quietud sigue impregnando todo. Ella lee en la sala, tu padre se ha ido a dormir, y estas últimas letras llegan a la página como queriendo confirmar la inmovilidad casi total de este día.

sábado, 7 de abril de 2012

Intermares

Ponía letras en el renglón e iba formando palabras: Amor. Roma. Mora. Ramo. Rima. Así iba pasando el tiempo. La noche era algo como material, físico. Era el tiempo en que sentía como si fuera o estuviera en el medio de un mar. En la mitad del mar. Cuando era ya el tiempo de pensar en volver a João Pessoa, y los días pasados en Mendoza irían a tansformarse en recuerdo. Ahora pensaba en la película que vimos en el cine. Extraños en la noche. Una película argentina. Las papayas de papá. El parque. El supermercado. La montaña. La playa. Las alumnas del mestrado. Las colegas de la terapia comunitaria. El grupo ecuménico. La noche avanza. Es como un túnel que se va abriendo y voy pasando. Voy poniendo otras letras y veo otras palabras formándose. Aro. Hora. Harto. Hato. Lobos. Casa. Ahora las palabras vienen desordenadas, aparentemente. Recuerdo En Las Montañas de la Locura, de Howards Phillips Lovecraft. “Los sueños en la casa de la bruja.” Dijiste que desperté asustado. Buscaba una palabra. Leonardo. Ahora vino. La pongo en el renglón. La noche sigue avanzando hacia el mañana, hacia adelante. Hacia algún lugar. El ayer y el hoy son como agua que se junta aquí y ahora.

sexta-feira, 6 de abril de 2012

Memoria

La vida es un contínuo aprendizaje. Estos días en Mendoza me enseñaron varias cosas, y sigo aprendiendo. Esta tarde salí con mi hija menor a caminar al parque. Muchas cosas se aclararon en la conversación. Mirábamos el lago. Días atrás, en el café con papá y María. Uno viene a su ciudad natal y parece que no hay nada nuevo, pero todo empieza a cambiar. El parque. Marcelo. El tunduqueral. Uspallata. El camino a San Juan. Las montañas, las piedras. Los viejos compañeros del movimiento estudiantil. El mural de la memoria. Todo gira y da más vueltas. El tiempo vuelve al origen primordial. Los taxis. Los álamos. Todo está como era entonces. La alameda. El centro. Las fotos de familia. Mamá. Mamina. El origen. Siempre el origen. Todo vuelve a lo que fue, pero de otro modo. O del mismo modo, no sé. Hay una parte de la memoria que se conserva intacta. La memoria de niño. Los primeros recuerdos.