quarta-feira, 30 de dezembro de 2015

Aquí

Veía la hoja en blanco. ¡Tantas posibilidades! Volvía del shopping center. Fin de año y Navidad. Saudades. Viejos tiempos se hacen presentes, y el presente medio como que se hace a un lado. Se llena de resonancias. Personas queridas de nuestra juventud. Personas que no olvidaremos. Los pinitos de Navidad. Las luces adornando los edificios. Todo es una evocación. Mientras estaba en una de las tiendas donde estuvimos esta tarde, veia todo ese movimiento de esta época. Una señora que hablaba por un celular, se me acercó, obligándome a cambiar de lugar, para que no me molestara su voz. Después que hice esto tres veces, y ella una vez más se acercó hablando en alta voz, le dije: “No me interesa su conversación.” Murmuró algo ininteligible. Pagué en la caja, y me quedé esperando a mi esposa, que estaba todavía en la fila. Esta señora que llegó hablando por celular en voz alta, pagó sin dejar de hablar por el aparato, y se fue, sin dejar de hablar en ningún momento. Saludé a dos colegas de la universidad. Ahora todo ese mundo quedó atrás, y estoy en casa. Un calor bárbaro. La playa. La noche. Los preparativos de la cena de fin de año.  

terça-feira, 29 de dezembro de 2015

Juntándote

Tercer día. Externamente: la farmacia, la verdulería, el supermercadito. La casa do sertão. La casa de la dentista que me dio la receta. El almuerzo. A casa de mi cuñada que vive en el Altiplano. El reencuentro con monsieur. Internamente: las sonrisas. Ese lento aterrizaje que se viene procesando desde el domingo, cuando el avión que nos trajo, aterrizó. Uno aterriza más tarde. Uno va aterrizando.  Y entonces las calles de Manaíra, con sus santas-ritas violetas, lilas, moradas. Fúcsia, magenta. Algo adentro se va soltando, va volviendo a su lugar. Algo va ocupando su lugar otra vez, felizmente. Y la vista del mar desde el departamento de este amigo tan querido que viene luchando por tenerse de vuelta. Recordar el libro del Padre Comblin: Vocação para a liberdade. De pronto no había apuro. No había prisa. Sólo estar allí nomás, escuchando. Y aquello tan tenue, intangible, que va uniendo todo. Amarillo. Luz. Le das un nombre: Jesús. Dios. Aquello que no muere. Y ahora ya de vuelta del ajedrez de calles y veredas, rostros y sentires, voces y luces, autos y gente. Cuando ya es casi la hora de dormir, ahora que la noche. Y la lluvia de ayer, y todos los ayeres formando como que una lluvia muy fina que te envuelve y te incluye, te va llevando, trayendo, ya no sabes, y sabes. Los cajús en el patio del edificio. Saber que te fuiste plantando aquí en el nordeste, aquí en João Pessoa, en Paraíba. Brasil. A veces veo como un prado de flores, la suma de los actos solidarios que me fueron conteniendo desde que llegué, en aquél diciembre de 1977. Tanta solidaridad. Gente que ni conocías y te daba trabajo. Ya pasaron tantos años. Pasan y vuelven, los años. Pasan y pasan, se van yendo, y vienen otra vez, pero ya no igual. No del mismo modo. Igual duele recordar ciertas cosas, que no nombro ahora para que no duela. Duele cuando alguien menciona ciertos nombres, o cuando la memoria trae de nuevo los ecos de cosas que pasaron. Pero ya no es igual. El agua los va llevando, también a los dolores. El agua me va irrigando por dentro. Esto lo supe en Coxipó do Ouro, Mato Groso, en el curso de formación de Terapeutas Comunitarios. Luz y sombra. Alegría y tristeza. Son los dos lados del tronco del árbol de la vida. El árbol de mi vida. Esto lo supe también en Paraná, Entre Ríos. Así me vengo juntando, llegando. Llegando hasta llegar del todo. 

domingo, 27 de dezembro de 2015

Volviendo

Esta mañana llegué de vuelta a casa. Esto tiene un significado muy especial. La casa es un lugar de resguardo y seguridad. Esto es lo que uno siente. Volver a ver los cuadros en las paredes, que evocan otros tantos momentos de encuentro con familiares y amigos. Aquella sensación sin igual, de ver los libros en los estantes. Todos los libros. Los colores. El mundo familiar. Los recuerdos. Seres queridos que viven en mi corazón, están todos aquí. No han muerto. Nadie ha muerto. El amor es ese algo que no muere. Entonces ya ahora el camino de vuelta. Los aeropuertos. Largas horas de meditación y oración. Aprendiendo con las propias limitaciones y vulnerabilidades. No soy tan diferente de las demás personas. Y ya esta mañana de domingo, cuando las evocaciones apuntan a lo amarillo, el oro, el templo. Aquello que nos unifica con todo. Entonces las telas pintadas en las paredes. Los jazmines y hortensias. Los soles y álamos. Todos los ríos dan al mar, pero éste nunca se llenará. Las conversaciones con mi padre, en este instante tan sin igual de su/nuestra vida. Y ya entonces ahora unas letras que ya van ocupando sus lugares para decir, como siempre: gracias. Muchas gracias. Gracias por todo.

terça-feira, 22 de dezembro de 2015

Escribiendo

Hay unos días en los que uno se levanta así de pronto, como quien no quiere la cosa. No por algún propósito o finalidad determinados, sino más bien porque sí. Porque ya no tenés más sueño, y ya los pájaros y la claridad del día. Obviamente, siempre hay algo que hacer, no te vayas a creer. Algunas tareas domésticas, de esas que uno ya se ha habituado tanto a hacer, que es casi como que te faltara algo si no las realizas. Y ahora ya sí, el matecito al lado, las letras apareciendo en el blanco de la hoja. Todo se va ajustando. Todo va ocupando su lugar. Es notable la memoria. Mientras voy escribiendo, así como quien simplemente deja que vayan llegando las cosas y se pongan en la hoja, soy yo el que se va poniendo en la hoja. Escribir me va escribiendo. Me escribo al escribir. Toda tarea humana tiene este reverso, me parece, no sé qué pensarás vos, che pibe o piba. Pero me parece que no hay alguna que se asemeje a esto del escribir. Uno va haciéndose mientras escribe. Uno va haciéndose, y esto es literal, fuera de broma. Te vas construyendo, no sé si esto ya te ha pasado, pero si no, probá, que es muy lindo. Te vas trayendo de vuelta. Te vas teniendo de nuevo, y esto es ya algo que vale mucho la pena. Uno se va transformando en una versión “aceptable” de sí mismo a fuerza de tanto existir en sociedad. Te vas alienando, te llegás a transformar en otra persona, alguien que cumple papeles, para ser aceptado, para ser admitido en la sociedad. Pero también esto puede ser divertido, y es muy divertido, ¿sabés? Yo creo que empecé a tenerme de vuelta al escribirme, en varias oportunidades. 1984, 2001, pero también antes, en el medio, y después. Muchas veces. Incontables. Es como que ahora ya se ha creado una especie de hábito. Y no es que solamente me encuentre a mí al escribir. Es que me encuentro tal como soy. Me encuentro la persona que soy. Y al mismo tiempo que me encuentro, encuentro también el mundo que he ido haciendo. Es como si me fuera viendo, me fuera teniendo de vuelta, cada vez que dejo que algo llegue a la hoja. El mundo es más mío, el mundo es mío aquí. Aquí ya no los diarios ni la TV, aquí no la propaganda ni las imposiciones de las costumbres ni las doctrinas o ideologías. Aquí este mundo que hago todo los días, que he venido construyendo como un hornero incesante, con la ayuda de personas muy valiosas, del círculo familiar y de las amistades. Estas personas me han ido mostrando que lo que yo estaba haciendo y estoy haciendo, es algo muy valioso. Es una tarea vital, en realidad. Así, entonces, cuando vivo mi mundo y mi vida, estoy con todos estos seres tan queridos de mi familia, mis amigos y amigas. Esto es algo concreto, no es un mero agradecimiento para agradar. Si lo fuera, esto todo sería una mentira, y no lo es. Por Dios que no lo es, che. Me he ido encontrando en la palabra, me voy descubriendo palabra que escribe y lee, en comunidad, en comunión. No dejaría la hoja por nada, y en algún sentido, siento que nunca dejo la hoja, pues la hoja es donde piso, es lo que respiro, es lo que me contiene, lo que me da vida, me alimenta, me sostiene, me lleva de un lado a otro, le da sentido a mi existir. Así que si ahora ya dejo de escribir este texto, es para irme al contexto que lo contiene y del cual viene, es decir, no dejo el texto, el texto me absorbe y me lleva, así de simple.  

sábado, 19 de dezembro de 2015

Compañías

Hay algunos cuadros que me acompañan, sin que ya hayan llegado a estar pintados en una tela. Algunos sí lo han estado. Han sido cuadros pintados en telas. Otros todavía no, o no del todo. Son cuadros que vienen llegando. Como unos jazmines del cielo, que siento que están en la sala de mi departamento en João Pessoa. O unas hortensias que también siento que llegan allí o están allí. Las hortensias ya han ido llegando, y en algún sentido, ya llegaron. Y siguen allí. También hay un cuadro rojo amarillo, que ya ha llegado en algunas versiones pintadas. Otras están llegando. Unas y otras son compañías. Muy agradables. Son sensaciones, sentimientos. A veces en la oración estos sentimientos también vienen. O ya están allí. La realidad de estos mundos es sorprendente. Anoche andaba por el centro de Mendoza. La peatonal. La legislatura. La plaza Independencia con sus árboles inmensos, extendiéndose como ríos en el cielo. Como plantados en el aire. Y al cruzar la calle en dirección al centro, una sensación de que todo esto siempre había sido de este mismo modo, y seguía siendo de ese mismo modo. Como si no hubiera pasado nada. Ni el tiempo ni nada. Me sentí emocionado, positivamente. La gente andando para arriba y para abajo. Toda la vida de la noche. Y ahora ya este sábado. Esta tarde de sábado en la que todavía la siesta. Y los gorriones y los malvones allá afuera y aquí dentro, en mí. Toda esta vida tan tenue y tan bella. Quieta, inmóvil. Siempre estuvo y siempre estará allí, aquí, por todas partes.

terça-feira, 15 de dezembro de 2015

Esta mañana, amarillo limón

La flor del zapallo. El limón. Abuelas. Familia. Amigos. Dios. Cuando vi este color, me tranquilicé y me alegré. Vi un cuadro amarillo, color amarillo limón. Amarillo oro también. Tranquilidad, paz. Alegría. Unión. Integración. Solución. Fluir. Claridad. Un libro que vengo construyendo, sin plazo y sin prisa. Ayer en algunos momentos me di cuenta de que vengo llegando. A veces ya estoy aquí. Otras, casi aquí. Llegando. En algún momento estaré del todo. En algunos momentos, estoy del todo. Soy el que era antes de la dictadura. Antes de saber que había sido expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo por subversivo. Antes que el miedo. Cuando estos recuerdos vienen, lloro. Pero sé qué ya pasó. Ojalá el dolor un día se vaya también. No sé si esto ocurrirá, pero a veces parece que todo eso nunca ocurrió.

sexta-feira, 11 de dezembro de 2015

Esta mañana, verde.

El día empezó y, como lo he venido haciendo estos últimos días, evité levantarme de repente y empezar a hacer cosas, o a creer que tendría que estar haciendo cosas. Dejé que fuera viniendo un color, una imagen. Fué el verde, y también el celeste, un color transparente. Blanco. Pero acabó prevaleciendo el verde. Un verde oscuro, que es como el del follaje profundo de ciertos árboles como el olmo. A lo largo del tiempo que fue transcurriendo esta mañana hasta ahora, me he venido refugiando en el verde. Tranquilidad. Paz. Es notable cómo un color es un lugar, de hecho. Un lugar de paz. Tranquilidad. No necesito estar todo el tiempo pensando, ni argumentando, o justificando o criticando o planificando o analizando. No necesito estar todo el tiempo trabajando mentalmente. Puedo parar, pero parar tranquilamente. Un parar tranquilo, natural, no impuesto. Verde es esto. Es muchas más cosas. Naturaleza. Infancia. Fondo de ríos y lagos. Plantas, pasto. Verde. Verde claro, verde oscuro. Visualicé varios cuadros verdes que he pintado a lo largo del tiempo. La tapa de mi libro Déjalo ser-Diario de un despertar, que es una vista de la mata virgen de Cabo Branco, João Pessoa, Paraíba, Brasil. Otros muchos verdes. Tranquilidad. Paz. El libro de Cronin que compré ayer en una librería de usados de Mendoza, Argentina, y que se llama Los verdes años. Verde. Tranquilidad. Paz. Verdes. Gracias por venir.  

quinta-feira, 10 de dezembro de 2015

Esta mañana, unas flores de aromo

Esta mañana, unas flores de aromo. Me acompañaron toda esta mañana. Las ví después de una ardua batalla en la que me vi envuelto, como habitualmente, al despertar. Pensamientos imperativos. Obligaciones auto-impuestas. Tenés que. Tenés que. No, no tengo que. Nada era urgente. Nada es urgente. Entonces, vi las flores de aromo, como las veo ahora, y las vi en distintos momentos esta mañana y ya en este comienzo de tarde. Es la señal de la descontracción. Relajamiento. Paz. La presencia de Dios. Mi madre. Mis abuelas. Mis muertos queridos, que no están muertos, están vivos y presentes. Estas flores me han venido de vuelta en varios momentos, como digo, hoy. A veces es una imagen no muy clara, pero que se va aclarando. No es necesario empujarme a nada. Veo estas flores de aromo y esto me calma. Es la forma como Dios se me muestra. Es la forma como veo a Dios. Colores. Flores.  

domingo, 6 de dezembro de 2015

Familia

Pensaba en la familia. La consanguínea, y la ampliada, aquella por afinidad, que uno va construyendo a lo largo de la vida. Amigos y amigas. Colegas. Gente afín. Veía los rostros, uno por uno, y sentía lo que cada una de estas personas queridas me transmite. Un color, un sonido, un sentimiento. Una sinfonía de amor y amistad. Me emociona decirlo, porque durante mucho tiempo, me sentí como una especie de paria, un desterrado. Sin raíces. Lo contrario de lo que me ocurre hoy. Y ahora que veo esta red, este tejido, esta costura que se extiende ya por varios países de América Latina y Europa, puedo decir, con toda simplicidad, que siento estar o estar llegando a un lugar que quise siempre. Veo estos rostros queridos que forman como un nido, una casa inmensa. Cada persona tan singular, cada una tan a su modo, como yo también, a mi modo o a mis modos. Y todo este tejido inmenso, me acoge y me anida. Domingo. Estamos juntos, una vez más, y para siempre.  

Foto: Ficus, no pátio do CEFOR de João Pessoa, Paraíba.

Leyendo

Hace un ratito proseguí, por algunos instantes, la lectura de “O jovem trovador”, de Cronin. Al leer, me pasó que de pronto me di cuanta de que estaba leyendo de manera distraída, que es una de mis maneras predilectas de leer. O sea leo, pero sin prestar demasiada atención a lo que está pasando, quién es quién, entre los personajes, etc. Mientras me daba cuenta de esto, también me daba cuenta de que esta forma de lectura se parece mucho a la vida. No siempre uno entiende lo que pasa alrededor nuestro, ni lo que las personas son o dicen o hacen. Es decir, hay varias formas de entender, o varias formas de estar en el mundo. El caso es que, al proseguir con esta lectura de Cronin, el autor de quien creo haber leído más libros, me iban viniendo recuerdos de otros libros suyos que ya leí. De manera que las pocas páginas que leí hace un ratito, fueron al mismo tiempo un recorrido por obras ya leídas y disfrutadas hace tiempo. También me alegró estar haciendo una lectura no mecánica. Es decir, leía, y me daba cuenta de que Cronin había escrito esas palabras. Él había construído esa narrativa, en la cual o a la cual yo me estaba integrando. Así, leer y vivir se parecen mucho. Tengo varios libros empezados, como creo que le debe pasar a mucha gente que lee. Los libros empezados son como que compañías que están allí, al acecho. En cualquier momento, el viaje o los viajes pueden proseguir. “Los premios,” de Julio Cortázar. “Retrato de uma senhora,” de Henry James. Y varios libros que he ido comprando en las distintas idas al centro, en la calle San Juan. Cada libro, leído o no leído, es una evocación de otros libros y de otros momentos. Toda lectura, así, es una continuación de lecturas, como la vida, que se va escribiendo y leyendo a medida que vivimos.  

sábado, 5 de dezembro de 2015

Tatuaje

A veces miro las heridas que me marcan
No son tantas ni tan pocas.
Son caminos que dibujan
Mi país de adentro.
De ellas brotan los colores
Que me iluminan y me dicen cosas.
Me admira a esta edad, y no tengo edad,
no haber perdido mis sueños ni el sueño.
Y todavía tener la gracia de este instante.
Poder mirar hacia atrás, alrededor y hacia adentro
Y ver lo que le da sentido al vivir.
Seguir esa luz y saber

Que nada nace de la nada.  

quinta-feira, 3 de dezembro de 2015

No me confundan. Yo no soy ladrón

Ayer me ocurrió algo verdaderamente desagradable. Soy escritor y artista plástico, y tuve la idea de que podría encontrar papeles para pintar, en la papelería Entre Ríos, de la ciudad de Mendoza. Con la misma tranquilidad con que acostumbro a entrar en cualquier comercio, lo hice también en esta oportunidad. Sin embrago, en seguida, vino a mi encuentro un joven que supuse ser un vendedor pero que era, en realidad, alguien que debía ocuparse de la seguridad y vigilancia del local, aunque no usaba uniforme ni nada que lo identificase como tal. Este joven, después que le pregunté por el artículo que pretendía comprar, me dijo que yo debería dejar mi morral para entrar al local, a lo cual me negué. El lugar donde me indicó que debería dejar mi morral era una estantería sin ninguna protección. Me indignó ser tratado como un delincuente real o potencial. Di media vuelta y salí, dejando los insultos a la agresión de que fui objeto, para la vereda. Ahora comparto con quienes puedan leer esto, este acontecimiento. Creo que es necesario que las tiendas se protejan de los ladrones, sí. Pero esto no les da derecho a tratarme como si yo fuera uno de ellos. En otros países, esto da lugar a procesos judiciales por agresión moral. De mi parte, solamente pretendo alertar a quienes puedan estar siendo objeto de estos tratos vejatorios, para que también se manfiesten. Es necesario que aprendamos a tratarnos como humanos, los humanos. En cuanto a esta papelería donde tuve la infeliz ocurrencia de entrar ayer, sólo podría volver a hacerlo, si tratase a sus clientes como gente, no como delincuentes. El joven empleado que me trató mal, me dejó confuso. Había gente en el interior del local, con bolsas grandes, que podrían haberle resultado también sospechosas. La mía, pequeña, sin embargo, es la que motivó su actitud hostil. ¿Será que, sin saberlo, parezco ladrón? Ahora me quedó la duda. Y ustedes, ¿alguna vez ya se confundieron o fueron confundidos?

terça-feira, 1 de dezembro de 2015

Presencia

Muchas veces me pasa que, por no tener nada que hacer, me pongo a escribir. Cuando escribo, cuando voy viendo las palabras y las frases formándose, me viene una sensación muy buena. La sensación de estar donde debo estar, haciendo lo que me cabe hacer. Entonces dejo que vengan las palabras. Alguna cosa viene llegando. Las flores. La montaña. El lago, el parque. Todas estas cosas. Los álamos. Las calles de Mendoza pintadas por los jacarandás. Los gritos de los niños y niñas de la escuela. El aguaribay. La jarilla. Los ríos que bajan cantando. Y los amigos y amigas que se van multiplicando. Hoy miraba, mientras hacía gimnasia, en esta dirección. Gente de varios lugares de Argentina y Brasil. Me alegré entonces y me alegro ahora. Los amigos y amigas son como las flores del jacarandá, que en esta época, pintan de lila el piso y el cielo. La familia es lo amarillo, el centro de la flor, donde está Dios. Amigos y familia. Dios. Flores. Vida.