Veía la hoja en blanco. ¡Tantas posibilidades! Volvía del
shopping center. Fin de año y Navidad. Saudades. Viejos tiempos se hacen presentes,
y el presente medio como que se hace a un lado. Se llena de resonancias. Personas
queridas de nuestra juventud. Personas que no olvidaremos. Los pinitos de
Navidad. Las luces adornando los edificios. Todo es una evocación. Mientras estaba
en una de las tiendas donde estuvimos esta tarde, veia todo ese movimiento de
esta época. Una señora que hablaba por un celular, se me acercó, obligándome a
cambiar de lugar, para que no me molestara su voz. Después que hice esto tres veces,
y ella una vez más se acercó hablando en alta voz, le dije: “No me interesa su
conversación.” Murmuró algo ininteligible. Pagué en la caja, y me quedé
esperando a mi esposa, que estaba todavía en la fila. Esta señora que llegó
hablando por celular en voz alta, pagó sin dejar de hablar por el aparato, y se
fue, sin dejar de hablar en ningún momento. Saludé a dos colegas de la
universidad. Ahora todo ese mundo quedó atrás, y estoy en casa. Un calor
bárbaro. La playa. La noche. Los preparativos de la cena de fin de año.
O sonho de todo escritor, mesmo menino, ou, sobre tudo, menino, é o de escrever. Escrever num jornal. Ter seu próprio jornal. Engatinhando ainda nas ferramentas e no layout dste blog, aqui está a minha tentativa.
quarta-feira, 30 de dezembro de 2015
terça-feira, 29 de dezembro de 2015
Juntándote
Tercer día. Externamente: la farmacia, la verdulería, el
supermercadito. La casa do sertão. La casa de la dentista que me dio la receta.
El almuerzo. A casa de mi cuñada que vive en el Altiplano. El reencuentro con monsieur.
Internamente: las sonrisas. Ese lento aterrizaje que se viene procesando desde
el domingo, cuando el avión que nos trajo, aterrizó. Uno aterriza más tarde.
Uno va aterrizando. Y entonces las
calles de Manaíra, con sus santas-ritas violetas, lilas, moradas. Fúcsia,
magenta. Algo adentro se va soltando, va volviendo a su lugar. Algo va ocupando
su lugar otra vez, felizmente. Y la vista del mar desde el departamento de este
amigo tan querido que viene luchando por tenerse de vuelta. Recordar el libro
del Padre Comblin: Vocação para a
liberdade. De pronto no había apuro. No había prisa. Sólo estar allí nomás,
escuchando. Y aquello tan tenue, intangible, que va uniendo todo. Amarillo.
Luz. Le das un nombre: Jesús. Dios. Aquello que no muere. Y ahora ya de vuelta
del ajedrez de calles y veredas, rostros y sentires, voces y luces, autos y
gente. Cuando ya es casi la hora de dormir, ahora que la noche. Y la lluvia de
ayer, y todos los ayeres formando como que una lluvia muy fina que te envuelve
y te incluye, te va llevando, trayendo, ya no sabes, y sabes. Los cajús en el patio
del edificio. Saber que te fuiste plantando aquí en el nordeste, aquí en João
Pessoa, en Paraíba. Brasil. A veces veo como un prado de flores, la suma de los
actos solidarios que me fueron conteniendo desde que llegué, en aquél diciembre
de 1977. Tanta solidaridad. Gente que ni conocías y te daba trabajo. Ya pasaron
tantos años. Pasan y vuelven, los años. Pasan y pasan, se van yendo, y vienen otra
vez, pero ya no igual. No del mismo modo. Igual duele recordar ciertas cosas, que
no nombro ahora para que no duela. Duele cuando alguien menciona ciertos
nombres, o cuando la memoria trae de nuevo los ecos de cosas que pasaron. Pero
ya no es igual. El agua los va llevando, también a los dolores. El agua me va
irrigando por dentro. Esto lo supe en Coxipó do Ouro, Mato Groso, en el curso
de formación de Terapeutas Comunitarios. Luz y sombra. Alegría y tristeza. Son
los dos lados del tronco del árbol de la vida. El árbol de mi vida. Esto lo supe
también en Paraná, Entre Ríos. Así me vengo juntando, llegando. Llegando hasta
llegar del todo.
domingo, 27 de dezembro de 2015
Volviendo
Esta mañana llegué de vuelta a casa. Esto tiene un significado
muy especial. La casa es un lugar de resguardo y seguridad. Esto es lo que uno
siente. Volver a ver los cuadros en las paredes, que evocan otros tantos momentos
de encuentro con familiares y amigos. Aquella sensación sin igual, de ver los
libros en los estantes. Todos los libros. Los colores. El mundo familiar. Los
recuerdos. Seres queridos que viven en mi corazón, están todos aquí. No han
muerto. Nadie ha muerto. El amor es ese algo que no muere. Entonces ya ahora el
camino de vuelta. Los aeropuertos. Largas horas de meditación y oración.
Aprendiendo con las propias limitaciones y vulnerabilidades. No soy tan diferente
de las demás personas. Y ya esta mañana de domingo, cuando las evocaciones
apuntan a lo amarillo, el oro, el templo. Aquello que nos unifica con todo. Entonces
las telas pintadas en las paredes. Los jazmines y hortensias. Los soles y
álamos. Todos los ríos dan al mar, pero éste nunca se llenará. Las
conversaciones con mi padre, en este instante tan sin igual de su/nuestra vida.
Y ya entonces ahora unas letras que ya van ocupando sus lugares para decir,
como siempre: gracias. Muchas gracias. Gracias por todo.
terça-feira, 22 de dezembro de 2015
Escribiendo
Hay unos días en
los que uno se levanta así de pronto, como quien no quiere la cosa.
No por algún propósito o finalidad determinados, sino más bien
porque sí. Porque ya no tenés más sueño, y ya los pájaros y la
claridad del día. Obviamente, siempre hay algo que hacer, no te
vayas a creer. Algunas tareas domésticas, de esas que uno ya se ha
habituado tanto a hacer, que es casi como que te faltara algo si no
las realizas. Y ahora ya sí, el matecito al lado, las letras
apareciendo en el blanco de la hoja. Todo se va ajustando. Todo va
ocupando su lugar. Es notable la memoria. Mientras voy escribiendo,
así como quien simplemente deja que vayan llegando las cosas y se
pongan en la hoja, soy yo el que se va poniendo en la hoja. Escribir
me va escribiendo. Me escribo al escribir. Toda tarea humana tiene
este reverso, me parece, no sé qué pensarás vos, che pibe o piba.
Pero me parece que no hay alguna que se asemeje a esto del escribir.
Uno va haciéndose mientras escribe. Uno va haciéndose, y esto es
literal, fuera de broma. Te vas construyendo, no sé si esto ya te ha
pasado, pero si no, probá, que es muy lindo. Te vas trayendo de
vuelta. Te vas teniendo de nuevo, y esto es ya algo que vale mucho la
pena. Uno se va transformando en una versión “aceptable” de sí
mismo a fuerza de tanto existir en sociedad. Te vas alienando, te
llegás a transformar en otra persona, alguien que cumple papeles,
para ser aceptado, para ser admitido en la sociedad. Pero también
esto puede ser divertido, y es muy divertido, ¿sabés?
Yo creo que empecé a tenerme de vuelta al escribirme, en varias
oportunidades. 1984, 2001, pero también antes, en el medio, y
después. Muchas veces. Incontables. Es como que ahora ya se ha
creado una especie de hábito. Y no es que solamente me encuentre a
mí al escribir. Es que me encuentro tal como soy. Me encuentro la
persona que soy. Y al mismo tiempo que me encuentro, encuentro
también el mundo que he ido haciendo. Es como si me fuera viendo, me
fuera teniendo de vuelta, cada vez que dejo que algo llegue a la
hoja. El mundo es más mío, el mundo es mío aquí. Aquí ya no los
diarios ni la TV, aquí no la propaganda ni las imposiciones de las
costumbres ni las doctrinas o ideologías. Aquí este mundo que hago
todo los días, que he venido construyendo como un hornero incesante,
con la ayuda de personas muy valiosas, del círculo familiar y de las
amistades. Estas personas me han ido mostrando que lo que yo estaba
haciendo y estoy haciendo, es algo muy valioso. Es una tarea vital,
en realidad. Así, entonces, cuando vivo mi mundo y mi vida, estoy
con todos estos seres tan queridos de mi familia, mis amigos y
amigas. Esto es algo concreto, no es un mero agradecimiento para
agradar. Si lo fuera, esto todo sería una mentira, y no lo es. Por
Dios que no lo es, che. Me he ido encontrando en la palabra, me voy
descubriendo palabra que escribe y lee, en comunidad, en comunión.
No dejaría la hoja por nada, y en algún sentido, siento que nunca
dejo la hoja, pues la hoja es donde piso, es lo que respiro, es lo
que me contiene, lo que me da vida, me alimenta, me sostiene, me
lleva de un lado a otro, le da sentido a mi existir. Así que si
ahora ya dejo de escribir este texto, es para irme al contexto que lo
contiene y del cual viene, es decir, no dejo el texto, el texto me
absorbe y me lleva, así de simple.
sábado, 19 de dezembro de 2015
Compañías
Hay algunos cuadros que me acompañan, sin que ya hayan llegado a estar pintados en una tela. Algunos sí lo han estado. Han sido cuadros pintados en telas. Otros todavía no, o no del todo. Son cuadros que vienen llegando. Como unos jazmines del cielo, que siento que están en la sala de mi departamento en João Pessoa. O unas hortensias que también siento que llegan allí o están allí. Las hortensias ya han ido llegando, y en algún sentido, ya llegaron. Y siguen allí. También hay un cuadro rojo amarillo, que ya ha llegado en algunas versiones pintadas. Otras están llegando. Unas y otras son compañías. Muy agradables. Son sensaciones, sentimientos. A veces en la oración estos sentimientos también vienen. O ya están allí. La realidad de estos mundos es sorprendente. Anoche andaba por el centro de Mendoza. La peatonal. La legislatura. La plaza Independencia con sus árboles inmensos, extendiéndose como ríos en el cielo. Como plantados en el aire. Y al cruzar la calle en dirección al centro, una sensación de que todo esto siempre había sido de este mismo modo, y seguía siendo de ese mismo modo. Como si no hubiera pasado nada. Ni el tiempo ni nada. Me sentí emocionado, positivamente. La gente andando para arriba y para abajo. Toda la vida de la noche. Y ahora ya este sábado. Esta tarde de sábado en la que todavía la siesta. Y los gorriones y los malvones allá afuera y aquí dentro, en mí. Toda esta vida tan tenue y tan bella. Quieta, inmóvil. Siempre estuvo y siempre estará allí, aquí, por todas partes.
terça-feira, 15 de dezembro de 2015
Esta mañana, amarillo limón
La flor del zapallo. El limón. Abuelas. Familia. Amigos. Dios. Cuando vi este color, me tranquilicé y me alegré. Vi un cuadro amarillo, color amarillo limón. Amarillo oro también. Tranquilidad, paz. Alegría. Unión. Integración. Solución. Fluir. Claridad. Un libro que vengo construyendo, sin plazo y sin prisa. Ayer en algunos momentos me di cuenta de que vengo llegando. A veces ya estoy aquí. Otras, casi aquí. Llegando. En algún momento estaré del todo. En algunos momentos, estoy del todo. Soy el que era antes de la dictadura. Antes de saber que había sido expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo por subversivo. Antes que el miedo. Cuando estos recuerdos vienen, lloro. Pero sé qué ya pasó. Ojalá el dolor un día se vaya también. No sé si esto ocurrirá, pero a veces parece que todo eso nunca ocurrió.
sexta-feira, 11 de dezembro de 2015
Esta mañana, verde.
El día empezó y,
como lo he venido haciendo estos últimos días, evité levantarme de
repente y empezar a hacer cosas, o a creer que tendría que estar
haciendo cosas. Dejé que fuera viniendo un color, una imagen. Fué
el verde, y también el celeste, un color transparente. Blanco. Pero
acabó prevaleciendo el verde. Un verde oscuro, que es como el del
follaje profundo de ciertos árboles como el olmo. A lo largo del
tiempo que fue transcurriendo esta mañana hasta ahora, me he venido
refugiando en el verde. Tranquilidad. Paz. Es notable cómo un color
es un lugar, de hecho. Un lugar de paz. Tranquilidad. No necesito
estar todo el tiempo pensando, ni argumentando, o justificando o
criticando o planificando o analizando. No necesito estar todo el
tiempo trabajando mentalmente. Puedo parar, pero parar
tranquilamente. Un parar tranquilo, natural, no impuesto. Verde es
esto. Es muchas más cosas. Naturaleza. Infancia. Fondo de ríos y
lagos. Plantas, pasto. Verde. Verde claro, verde oscuro. Visualicé
varios cuadros verdes que he pintado a lo largo del tiempo. La tapa
de mi libro Déjalo ser-Diario de un despertar, que es una
vista de la mata virgen de Cabo Branco, João Pessoa, Paraíba,
Brasil. Otros muchos verdes. Tranquilidad. Paz. El libro de Cronin
que compré ayer en una librería de usados de Mendoza, Argentina, y
que se llama Los verdes años. Verde. Tranquilidad. Paz.
Verdes. Gracias por venir.
quinta-feira, 10 de dezembro de 2015
Esta mañana, unas flores de aromo
Esta mañana, unas
flores de aromo. Me acompañaron toda esta mañana. Las ví después
de una ardua batalla en la que me vi envuelto, como habitualmente, al
despertar. Pensamientos imperativos. Obligaciones auto-impuestas.
Tenés que. Tenés que. No, no tengo que. Nada era urgente. Nada es
urgente. Entonces, vi las flores de aromo, como las veo ahora, y las
vi en distintos momentos esta mañana y ya en este comienzo de tarde.
Es la señal de la descontracción. Relajamiento. Paz. La presencia
de Dios. Mi madre. Mis abuelas. Mis muertos queridos, que no están
muertos, están vivos y presentes. Estas flores me han venido de
vuelta en varios momentos, como digo, hoy. A veces es una imagen no
muy clara, pero que se va aclarando. No es necesario empujarme a
nada. Veo estas flores de aromo y esto me calma. Es la forma como
Dios se me muestra. Es la forma como veo a Dios. Colores. Flores.
domingo, 6 de dezembro de 2015
Familia
Pensaba en la
familia. La consanguínea, y la ampliada, aquella por afinidad, que
uno va construyendo a lo largo de la vida. Amigos y amigas. Colegas.
Gente afín. Veía los rostros, uno por uno, y sentía lo que cada
una de estas personas queridas me transmite. Un color, un sonido, un
sentimiento. Una sinfonía de amor y amistad. Me emociona decirlo,
porque durante mucho tiempo, me sentí como una especie de paria, un
desterrado. Sin raíces. Lo contrario de lo que me ocurre hoy. Y
ahora que veo esta red, este tejido, esta costura que se extiende ya
por varios países de América Latina y Europa, puedo decir, con toda
simplicidad, que siento estar o estar llegando a un lugar que quise
siempre. Veo estos rostros queridos que forman como un nido, una casa
inmensa. Cada persona tan singular, cada una tan a su modo, como yo
también, a mi modo o a mis modos. Y todo este tejido inmenso, me
acoge y me anida. Domingo. Estamos juntos, una vez más, y para
siempre.
Foto: Ficus, no pátio do CEFOR de João Pessoa, Paraíba.
Leyendo
Hace un ratito
proseguí, por algunos instantes, la lectura de “O jovem trovador”,
de Cronin. Al leer, me pasó que de pronto me di cuanta de que estaba
leyendo de manera distraída, que es una de mis maneras predilectas
de leer. O sea leo, pero sin prestar demasiada atención a lo que
está pasando, quién es quién, entre los personajes, etc. Mientras
me daba cuenta de esto, también me daba cuenta de que esta forma de
lectura se parece mucho a la vida. No siempre uno entiende lo que
pasa alrededor nuestro, ni lo que las personas son o dicen o hacen.
Es decir, hay varias formas de entender, o varias formas de estar en
el mundo. El caso es que, al proseguir con esta lectura de Cronin, el
autor de quien creo haber leído más libros, me iban viniendo
recuerdos de otros libros suyos que ya leí. De manera que las pocas
páginas que leí hace un ratito, fueron al mismo tiempo un recorrido
por obras ya leídas y disfrutadas hace tiempo. También me alegró
estar haciendo una lectura no mecánica. Es decir, leía, y me daba
cuenta de que Cronin había escrito esas palabras. Él había
construído esa narrativa, en la cual o a la cual yo me estaba
integrando. Así, leer y vivir se parecen mucho. Tengo varios libros
empezados, como creo que le debe pasar a mucha gente que lee. Los
libros empezados son como que compañías que están allí, al
acecho. En cualquier momento, el viaje o los viajes pueden proseguir.
“Los premios,” de Julio Cortázar. “Retrato de uma senhora,”
de Henry James. Y varios libros que he ido comprando en las distintas
idas al centro, en la calle San Juan. Cada libro, leído o no leído,
es una evocación de otros libros y de otros momentos. Toda lectura,
así, es una continuación de lecturas, como la vida, que se va
escribiendo y leyendo a medida que vivimos.
sábado, 5 de dezembro de 2015
Tatuaje
A veces miro las heridas que me marcan
No son tantas ni tan pocas.
Son caminos que dibujan
Mi país de adentro.
De ellas brotan los colores
Que me iluminan y me dicen cosas.
Me admira a esta edad, y no tengo edad,
no haber perdido mis sueños ni el sueño.
Y todavía tener la gracia de este instante.
Poder mirar hacia atrás, alrededor y hacia adentro
Y ver lo que le da sentido al vivir.
Seguir esa luz y saber
Que nada nace de la nada.
quinta-feira, 3 de dezembro de 2015
No me confundan. Yo no soy ladrón
Ayer me ocurrió algo verdaderamente desagradable. Soy escritor y artista plástico, y tuve la idea de que podría encontrar papeles para pintar, en la papelería Entre Ríos, de la ciudad de Mendoza. Con la misma tranquilidad con que acostumbro a entrar en cualquier comercio, lo hice también en esta oportunidad. Sin embrago, en seguida, vino a mi encuentro un joven que supuse ser un vendedor pero que era, en realidad, alguien que debía ocuparse de la seguridad y vigilancia del local, aunque no usaba uniforme ni nada que lo identificase como tal. Este joven, después que le pregunté por el artículo que pretendía comprar, me dijo que yo debería dejar mi morral para entrar al local, a lo cual me negué. El lugar donde me indicó que debería dejar mi morral era una estantería sin ninguna protección. Me indignó ser tratado como un delincuente real o potencial. Di media vuelta y salí, dejando los insultos a la agresión de que fui objeto, para la vereda. Ahora comparto con quienes puedan leer esto, este acontecimiento. Creo que es necesario que las tiendas se protejan de los ladrones, sí. Pero esto no les da derecho a tratarme como si yo fuera uno de ellos. En otros países, esto da lugar a procesos judiciales por agresión moral. De mi parte, solamente pretendo alertar a quienes puedan estar siendo objeto de estos tratos vejatorios, para que también se manfiesten. Es necesario que aprendamos a tratarnos como humanos, los humanos. En cuanto a esta papelería donde tuve la infeliz ocurrencia de entrar ayer, sólo podría volver a hacerlo, si tratase a sus clientes como gente, no como delincuentes. El joven empleado que me trató mal, me dejó confuso. Había gente en el interior del local, con bolsas grandes, que podrían haberle resultado también sospechosas. La mía, pequeña, sin embargo, es la que motivó su actitud hostil. ¿Será que, sin saberlo, parezco ladrón? Ahora me quedó la duda. Y ustedes, ¿alguna vez ya se confundieron o fueron confundidos?
terça-feira, 1 de dezembro de 2015
Presencia
Muchas veces me pasa
que, por no tener nada que hacer, me pongo a escribir. Cuando
escribo, cuando voy viendo las palabras y las frases formándose, me
viene una sensación muy buena. La sensación de estar donde debo
estar, haciendo lo que me cabe hacer. Entonces dejo que vengan las
palabras. Alguna cosa viene llegando. Las flores. La montaña. El
lago, el parque. Todas estas cosas. Los álamos. Las calles de
Mendoza pintadas por los jacarandás. Los gritos de los niños y
niñas de la escuela. El aguaribay. La jarilla. Los ríos que bajan
cantando. Y los amigos y amigas que se van multiplicando. Hoy miraba,
mientras hacía gimnasia, en esta dirección. Gente de varios lugares
de Argentina y Brasil. Me alegré entonces y me alegro ahora. Los
amigos y amigas son como las flores del jacarandá, que en esta
época, pintan de lila el piso y el cielo. La familia es lo amarillo,
el centro de la flor, donde está Dios. Amigos y familia. Dios.
Flores. Vida.
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