sexta-feira, 11 de dezembro de 2015

Esta mañana, verde.

El día empezó y, como lo he venido haciendo estos últimos días, evité levantarme de repente y empezar a hacer cosas, o a creer que tendría que estar haciendo cosas. Dejé que fuera viniendo un color, una imagen. Fué el verde, y también el celeste, un color transparente. Blanco. Pero acabó prevaleciendo el verde. Un verde oscuro, que es como el del follaje profundo de ciertos árboles como el olmo. A lo largo del tiempo que fue transcurriendo esta mañana hasta ahora, me he venido refugiando en el verde. Tranquilidad. Paz. Es notable cómo un color es un lugar, de hecho. Un lugar de paz. Tranquilidad. No necesito estar todo el tiempo pensando, ni argumentando, o justificando o criticando o planificando o analizando. No necesito estar todo el tiempo trabajando mentalmente. Puedo parar, pero parar tranquilamente. Un parar tranquilo, natural, no impuesto. Verde es esto. Es muchas más cosas. Naturaleza. Infancia. Fondo de ríos y lagos. Plantas, pasto. Verde. Verde claro, verde oscuro. Visualicé varios cuadros verdes que he pintado a lo largo del tiempo. La tapa de mi libro Déjalo ser-Diario de un despertar, que es una vista de la mata virgen de Cabo Branco, João Pessoa, Paraíba, Brasil. Otros muchos verdes. Tranquilidad. Paz. El libro de Cronin que compré ayer en una librería de usados de Mendoza, Argentina, y que se llama Los verdes años. Verde. Tranquilidad. Paz. Verdes. Gracias por venir.  

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