domingo, 6 de dezembro de 2015

Leyendo

Hace un ratito proseguí, por algunos instantes, la lectura de “O jovem trovador”, de Cronin. Al leer, me pasó que de pronto me di cuanta de que estaba leyendo de manera distraída, que es una de mis maneras predilectas de leer. O sea leo, pero sin prestar demasiada atención a lo que está pasando, quién es quién, entre los personajes, etc. Mientras me daba cuenta de esto, también me daba cuenta de que esta forma de lectura se parece mucho a la vida. No siempre uno entiende lo que pasa alrededor nuestro, ni lo que las personas son o dicen o hacen. Es decir, hay varias formas de entender, o varias formas de estar en el mundo. El caso es que, al proseguir con esta lectura de Cronin, el autor de quien creo haber leído más libros, me iban viniendo recuerdos de otros libros suyos que ya leí. De manera que las pocas páginas que leí hace un ratito, fueron al mismo tiempo un recorrido por obras ya leídas y disfrutadas hace tiempo. También me alegró estar haciendo una lectura no mecánica. Es decir, leía, y me daba cuenta de que Cronin había escrito esas palabras. Él había construído esa narrativa, en la cual o a la cual yo me estaba integrando. Así, leer y vivir se parecen mucho. Tengo varios libros empezados, como creo que le debe pasar a mucha gente que lee. Los libros empezados son como que compañías que están allí, al acecho. En cualquier momento, el viaje o los viajes pueden proseguir. “Los premios,” de Julio Cortázar. “Retrato de uma senhora,” de Henry James. Y varios libros que he ido comprando en las distintas idas al centro, en la calle San Juan. Cada libro, leído o no leído, es una evocación de otros libros y de otros momentos. Toda lectura, así, es una continuación de lecturas, como la vida, que se va escribiendo y leyendo a medida que vivimos.  

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