terça-feira, 22 de dezembro de 2015

Escribiendo

Hay unos días en los que uno se levanta así de pronto, como quien no quiere la cosa. No por algún propósito o finalidad determinados, sino más bien porque sí. Porque ya no tenés más sueño, y ya los pájaros y la claridad del día. Obviamente, siempre hay algo que hacer, no te vayas a creer. Algunas tareas domésticas, de esas que uno ya se ha habituado tanto a hacer, que es casi como que te faltara algo si no las realizas. Y ahora ya sí, el matecito al lado, las letras apareciendo en el blanco de la hoja. Todo se va ajustando. Todo va ocupando su lugar. Es notable la memoria. Mientras voy escribiendo, así como quien simplemente deja que vayan llegando las cosas y se pongan en la hoja, soy yo el que se va poniendo en la hoja. Escribir me va escribiendo. Me escribo al escribir. Toda tarea humana tiene este reverso, me parece, no sé qué pensarás vos, che pibe o piba. Pero me parece que no hay alguna que se asemeje a esto del escribir. Uno va haciéndose mientras escribe. Uno va haciéndose, y esto es literal, fuera de broma. Te vas construyendo, no sé si esto ya te ha pasado, pero si no, probá, que es muy lindo. Te vas trayendo de vuelta. Te vas teniendo de nuevo, y esto es ya algo que vale mucho la pena. Uno se va transformando en una versión “aceptable” de sí mismo a fuerza de tanto existir en sociedad. Te vas alienando, te llegás a transformar en otra persona, alguien que cumple papeles, para ser aceptado, para ser admitido en la sociedad. Pero también esto puede ser divertido, y es muy divertido, ¿sabés? Yo creo que empecé a tenerme de vuelta al escribirme, en varias oportunidades. 1984, 2001, pero también antes, en el medio, y después. Muchas veces. Incontables. Es como que ahora ya se ha creado una especie de hábito. Y no es que solamente me encuentre a mí al escribir. Es que me encuentro tal como soy. Me encuentro la persona que soy. Y al mismo tiempo que me encuentro, encuentro también el mundo que he ido haciendo. Es como si me fuera viendo, me fuera teniendo de vuelta, cada vez que dejo que algo llegue a la hoja. El mundo es más mío, el mundo es mío aquí. Aquí ya no los diarios ni la TV, aquí no la propaganda ni las imposiciones de las costumbres ni las doctrinas o ideologías. Aquí este mundo que hago todo los días, que he venido construyendo como un hornero incesante, con la ayuda de personas muy valiosas, del círculo familiar y de las amistades. Estas personas me han ido mostrando que lo que yo estaba haciendo y estoy haciendo, es algo muy valioso. Es una tarea vital, en realidad. Así, entonces, cuando vivo mi mundo y mi vida, estoy con todos estos seres tan queridos de mi familia, mis amigos y amigas. Esto es algo concreto, no es un mero agradecimiento para agradar. Si lo fuera, esto todo sería una mentira, y no lo es. Por Dios que no lo es, che. Me he ido encontrando en la palabra, me voy descubriendo palabra que escribe y lee, en comunidad, en comunión. No dejaría la hoja por nada, y en algún sentido, siento que nunca dejo la hoja, pues la hoja es donde piso, es lo que respiro, es lo que me contiene, lo que me da vida, me alimenta, me sostiene, me lleva de un lado a otro, le da sentido a mi existir. Así que si ahora ya dejo de escribir este texto, es para irme al contexto que lo contiene y del cual viene, es decir, no dejo el texto, el texto me absorbe y me lleva, así de simple.  

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