sexta-feira, 27 de abril de 2012

La literatura como fuga

A veces uno se pone a escribir no tanto por tener algo determinado o específico para decir, sino más bien, para escapar de ciertas enfermedades cotidianas y de convivencia de las que nadie está exento. No sé si me explico, pero es muy lindo poder de esta manera tan tranquila, escapar hacia lugares tranquilos como los que nos ofrece el escribir, el leer, lo literario y poético, no sé si me entendés, che pibe o piba. Y esto de escapara a través de lo literario y poético, tiene varias derivaciones o formas de concretizarse. Una de ellas, es ponerse a recuperar con la memoria, cosas vividas. Como ser un reflejo de la luz del sol en los azulejos del baño, que te llamó la atención días atrás. O el canto de los pájaros, que de a poco fuiste desenhebrando, al punto de poder ir captando las peculiaridades de cada forma de cantar que tienen los pajaritos que cantan por estos lados. Otra forma de fuga poético – literaria es pensar en alguna frase que algún escritor dijo y que te quedó martilleando en la cabeza, como ser aquella de Julio Cortázar sobre la objetividad falsa que la literatura deshace. O también los espejos de Jorge Luis Borges, multiplicando todas las cosas, las caras, las casas, todo en todas direcciones hasta el infinito y más allá. O José Saramago son su hombre duplicado, que se descubre réplica de un actor de segunda importancia en una película que otro profesor le prestara. Como ves, che pibe o piba, la cosa no es tan difícil. Pero hay que querer, como en todo. Hay que tener ganas de substraerse a la chatice de cosas que por ahí te pueden llegar a enfermar muchísimo de la cabeza., y que es mejor no nombrar para no presentificarlas, ¿no te parece?

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