quinta-feira, 17 de março de 2011

Lees, viajas

“Escribo para tener un lugar donde vivir”, decía Anais Nin. Escribir puede ser eso, y leer puede ser también una experiencia de habitar, de tener un lugar, o más aún, muchos lugares, vastos mundos, muchos mundos, pues cuando lees te despegas de esto que está aquí, que parece ser tan cierto y que sin embargo es un gran misterio. No sabes lo que es este plástico, esta pantalla de computador, ese ventilador que ameniza el calor de esta tarde, no lo sabes, y al no saber, este mundo se asemeja en algo a los mundos adonde los libros te llevan, adonde te dejas llevar como una especie de remedio para tanta realidad irreal, tanto cotidiano que necesita ser pulido hasta que pierda ese tono impositivo que muchas veces tiene. Muchas veces te dejas llevar por esas historias, por esos mundos literarios, esas narrativas de Poe o de Lovecraft, esos poemas de León Felipe o de Fray Luis de León, y entonces te alivias de esa exigencia de utilidad que parece imponerse en todos los actos de la vida hasta ahogarla. Pero no es necesario, ni siempre ha sido así. Cuando leías de niño, y cuando lees ahora, te vas hacia esos mundos, a las montañas de la locura, a la casa de Usher, a casas abandonadas adonde Enyd Blyton te llevaba cuando eras joven, a Irlanda, a Inglaterra con Cronin de la mano, al cuarto propio de Virginia Wolff, a esa extraña mujer del cuento del escritor irlandés. Vas a lugares que talvez nunca conozcas del modo como muchos piensan que es el único modo de conocer. "Viajar no es cambiar de lugar, es cambiar de mirada", dijo alguna vez Proust. Cambias de mirada cuando tomas el camino del burrito pedrés, en Sagarana de Guimarães Rosa. O cuando te internas en las pampas del Martín Fierro, o cuando te vas al Marte de Bradbury. O entonces te vas a tantos otros libros que viste o que leíste en la biblioteca de tu abuelo en San Genaro, o en la de tus padres en Mendoza, o en la Biblioteca San Martín en la Alameda, o aún en estas, en todas las bibliotecas por las cuales andas o andarás, anduviste algún día o visitaste en tus sueños. Ellas forman un laberinto infinito y por allí juegas juegos infantiles, juegas a recorrer mundos entre hojas y estantes, mundos de antes y de ahora, mundos infinitos que se extienden en todas las direcciones. Lees, viajas.

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