
Talvez yo no haya cambiado mucho. Talvez yo no haya
cambiado en nada, realmente. Lo que sí creo que cambió fue mi mirada. Me veo de
otra manera. Mi desafío sigue siendo la existencia social. Mejor dicho, cómo resistir
a las presiones para que yo sea diferente. Esa presión es antigua y se repite.
Que sea más activo, más autónomo, más feliz, que tenga más iniciativa, que me relacione
con más gente, que asuma el control. Esas presiones no son mías. Yo no debo
atender a demandas externas. Yo soy como soy, y mi desafio hoy, o mi tarea, que
es la palabra que prefiero, es sencillamente aceptarme como soy. Callado,
silencioso, introspectivo, amoroso, solidario, creativo, bello, lindo, hermoso,
encantador. Cualidades que me son antiguas y recientes. O sea, es más bien
reciente el saberme bello. Sigo siendo aquél mismo que se levantaba temprano,
tomaba unos mates mientras el día iba llegando. En esas horas primeras
disfrutaba y disfruto del placer sin igual de ser yo mismo, sin presiones de
ningún tipo. Yo sé que la existencia social impone presiones comportamentales. Hacé
esto, no digas eso, andá para allá, vení para acá. Soy sociólogo y lo conozco bien
a fondo. Sucede también que soy terapeuta comunitario, y de los buenos, es
decir, de aquellos que hacemos de la TCI un modo de vida. O sea, sé que mi derecho
a ser quien soy lo debo ejercer, practicar, siempre que puedo. Y esto debe ser
siempre. No ceder. Esto no es ser intransigente ni inflexible, sino fiel a mí
mismo, coherente con mi necesidad básica y esencial de respetarme como soy. Por
supuesto que soy obligado a hacer concesiones. Es inevitable en la existencia social.
Sólo que esas concesiones nunca lo son en lo esencial. En esto he sido siempre
vencedor, y lo sigo siendo. Me acuerdo en mi juventud en Mendoza, cómo era
coexistir con esa marea de presiones revolucionarias de todo tipo que estaban en
el aire. No era fácil. Sin embargo, creo que fue en ese ambiente, y debido
también a presiones familiares, que me vi obligado a generar formas de resistencia
que me capacitaron para poder sobrevivir sin perderme. Creo que nunca me perdí
de vista. Hoy tomo consciencia de este proceso, y lo pongo en evidencia frente
a mí mismo, para saber que no necesito dramatizar ni preocuparme. Basta
acordarme de mí todo el tiempo. Saber quién soy. De dónde vengo y para dónde voy.
Eso es todo. No escribo ni publico para ser aplaudido, sino para poder respirar.
La mía es una necesidad esencial. Las mareas revolucionarias pasan, lo que no pasa
es ese fuego que ilumina desde adentro. Esto es lo que debe permanecer en toda circunstancia.
No nací pobre, pero sí en una familia en la que algunos valores y principios eran
el pan nuestro de cada día. Respeto e integridad. Esto lo bebí desde temprano.
Conducta. Hoy es el día de la bandera en Argentina. Yo no sé qué es lo que esto
podrá significar para otras personas. Para mí sigue significando una lealtad a una
promesa y un propósito que me siguen guiando, y que debe haber nacido en mis primeiros
años de vida. Un sentimiento de tranquilidad y paz que me vienen de la certeza
de haber cumplido con mi deber humano, ciudadano. Algo que se mantiene y se fue
abriendo paso y se sigue sosteniendo y me sigue sosteniendo. Tiene que ver con raíz.
Origen. Donde yo esté, soy argentino. Soy Argentina. Un proyecto al cual le di
forma y contenido concreto a lo largo de esta ya larga jornada. Volví a
Argentina muchas veces después de haberme ido sin irme, en 1977. Me fui
quedando. Tanto, que cuando volví como terapeuta comunitario, reencontré un pueblo
que no sólo no se había quebrado, sino que mantenía intactos los mismos valores
que me sostienen. Ahora tengo certeza de que hay algo que no es destruído por
nada de este mundo. Es lo que somos esencialmente. Podemos adaptarnos sin
perder nuestra esencia, nuestro modo de ser. No es necesario que tengamos otro reconocimento
que el comunitario. El mundo próximo y cercano, íntimo y vecino. Este es el lugar
que habitamos.