domingo, 29 de agosto de 2010

El comienzo

Parecía que había vuelto a un tiempo primordial, a la vida en su comienzo. Yo conocía esa sensación, ese estar como al borde de algo nuevo. Eran los tiempos de mi ingreso a Cafh. Los tiempos en que me levantaba de mañana e iba a la cocina a leer los libros de Chaitanya, En las horas de meditación, y de Vijoyananda, Pláticas inspiradas, o Vedanta práctica.

Lo refiero a los tiempos de mi ingreso a la orden a la que pertenecí durante muchos años, donde aprendí las bases de la vida espiritual, pero puede ser que fuesen tiempos aún más primordiales, el comienzo de la vida. También vienen a la memoria los años de las idas a la montaña en bicicleta con Daniel. Las madrugadas en el cuartel. Los comienzos del día en el colegio Santa Rosa.

Hoy es domingo y todos duermen en la casa. Sé que estas sensaciones tienen que ver con libertad, con origen, con comienzo. Con certeza, vienen por haberme libertado de un prejuicio a respecto de una persona de quien pensaba mal, por atribuírle intenciones hostiles hacia mi persona, en virtud de su silenciosidad, una silenciosidad que me perteneciera, antes de que me exilara en un mundo de palabras, en el mundo de lo dicho, de lo explicado, de lo pensado.

Estos tiempos anteriores, había estado pensando, y aún lo sigo haciendo, en la infancia, en ser niño, ser feliz y vivir en ese tiempo sin fin, sin miedos, sin muerte ni preocupaciones, un tiempo eterno y feliz. Este vivir primordial tiene que ver con el aprendizaje que significa para mí vivir al lado de mi mujer, de quien aprendo siempre cosas nuevas, de allí la novedad regresar a mí esta mañana. Vivir en libertad, vivir la libertad, ser libre de verdad y en justicia.

Un cristianismo práctico, esencial y concreto, no doctrinario ni eclesiástico o sectario. Vienen a mí en plenitud la presencia de mi padre, de quien aprendo a vivir sin defenderme. La presencia de mi madre, de Ramón, de Dom Fragoso, de un niño que ya ve llegar la estación final pero sin miedo, como en aquél poema de Urbina, La visita. Sé que llegará, pero no pienso en ella. Cerraré los ojos y pensaré en Dios.

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