Llueve adentro y
afuera. Hay gente que le escapa a la tristeza como si fuera una
especie de enfermedad. Ahora escucho el agua que cae, y recuerdo
aquella canción de Los Iracundos: “bajo un monte lleno de dinero y
ambiciones, debe haber ese algo que no muere.” Hace un ratito
nomás, el cielo estaba azul claro, y unas nubes. Ahora es la lluvia
que cae, viene a lavar el mundo, la ciudad. Un pajarito canta en
medio de la lluvia. Mis colores y mis libros me rodean, esperan su
momento de venir a mezclarse con mi vida. Más temprano, aquellos
recuerdos tan queridos: mi abuela Mamina que gustaba de la lluvia y
de los jazmines del cielo. Yo mismo levantándome para ir al Liceo
Agrícola. Y las huelgas y la represión. Parece que nada cambia, o
cambia muy poco. Y sin embargo algo cambia. Uno va mezclándose de a
poco y de a mucho, con todo lo que nos rodea. Soy una parte de las
páginas de los libros que voy leyendo y escribiendo. Y soy un color
que cayó del cielo. ¿Seguirá
habiendo guerras y violencia, siempre? Cuando yo era joven, soñaba,
como mucha gente, con un mundo donde no hubiera hambre, violencia ni
dominación. ¿Será
posible ese mundo? ¿Llegaremos
un día a ese lugar de paz y justicia? Llueve, esto es lo que sé.
Llueve, no deja de llover.
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