segunda-feira, 23 de outubro de 2023

Libros que van llegando

Escribo un libro que es puerto seguro. Un diario. Un registro de lo que es mi vida, de lo que fue o creí que pudo haber llegado a ser, y de mis sueños, proyectos y esperanzas. Este juego de guardar la vida juega conmigo, ya que los libros se van configurando y desdoblando en libros subsiguientes, y así sucesivamente.

Es como una construcción en la arena al borde del mar. Leo para refugiarme y recuperar fuerzas. Escribo para verme y saber de mí. Leer y escribir son complementarios e inseparables. Cuando no leo o no escribo me falta algo. Me falta esa expansión y enraizamiento, esa pérdida de la extrañeza cuando quedo a merced de un existir meramente vacío, al cual le escapo.

La vida más próxima y contigua, aquella rubiecita que pasea con su perro por el barrio. La playa y el mar. Una conversación con una persona de la familia. Gente que me atiende en la clínica o en la panadería. Los sonidos del día que comienza. El pasar de las horas que se va constituyendo en una especie de regazo materno, donde puedo descansar confiado.

Cuando consigo resguardarme en este espacio seguro--y debo hacerlo tanto más eficientemente cuanto más arrecia la presión exterior en dirección al vaciamiento sea por el miedo o la desesperanza—más recupero la noción de mí que me devuelve un sentido de familiaridad y pertenecimiento.

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