Es siempre una sensación placentera el volver a la hoja. En realidad es estar de vuelta sin nunca haberme ido. Es como volver a Mendoza. ¿Qué podría llegar a decir? De la fragilidad de la vida. La fortaleza de la amistad. Lo indescriptible del amor. La novedad de los paseos por la ciudad, redescubriendo el placer de encontrar todo nuevo, aún lo viejo. ¡Cuántos recuerdos en cada lugar! Y también, ¡qué bien que hace la lectura! La vida se renueva a sí misma. He estado sumergiéndome en verdaderos banquetes literarios. Leyendo mis libros favoritos. Reencontrando esos lugares tan preciosos a los que me lleva la página de un libro, multiplicado. Martha Medeiros, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, José Saramago, Cecilia Meireles, Daniel Pennac, Rubem Alves. Imposible describir lo que es esto. Amplio mis horizontes hasta ser yo de nuevo, muchas veces, niño y adulto maduro. Viejo, si les parece. Tomados de la mano, como dice la canción. Mirando las cosas buenas de la vida. Disfrutando de cada segundo como algo nuevo. Aprendiendo incansablemente una nueva lección.
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