quinta-feira, 26 de fevereiro de 2009

Somos peces nadando en el acuario cósmico.

No el agua, sino el aire, nos comunica y nos da la vida, provee el medio para que nos desplacemos de aquí para allá, por todas partes. Hoy no quería levantarme porque me dolía todo el cuerpo. Me acordaba de Cortázar y el Axolotl. Anoche hacía el sumario de mi libro Peregrinando, con prefacio de Gita Lazarte. Está Dios que acecha, cita ella de Borges, en el prefacio. Prefacio, prefacio. Lo que está antes del fascio. No el fascio di combatimento de Mussolini, sino el haz de hojitas que compone un folleto, un cuadernillo, cuya suma hace un libro. Lo escribía para la Editora Contexto. Leyendo los nombres y parte de los contenidos de esos escritos, veía, o mejor dicho, sentía, la continuidad de los parques. La telaraña, o la tela, si preferís, que compone el andar de una persona por esta vida, por este mundo, por este acuario. Ya no hay aquél afán de publicar. Publicas. O que dices resuena en el acuario todo. Otros peces sueltan sus burbujas semejantes a las tuyas, son munditos de aire en el agua. Miras los ojos de Natalia y te ves. Te ves en esos ojos sin anteojos que antes de ojos son burbujas de cristal y de vida, mundos que giran, mandalas que reúnen la vida y el tiempo. Sientes el aire entrar en tus pulmones y sabes que la vida es esto, que el sur es esto, que no hay otra tarea que el vivir y que el mapa está en tus manos. Siempre lo estuvo. O lo sabes o te lo han dicho pero ya es tuyo. Haces camino al andar. Andas por ahí, como un tal Lucas, un tal Der Julius, un tal Adro. Tus pasos van formando caminos o siguiendo caminos y los caminos y los lugares, los encuentros y la gente, construyen mundos que entran en ti o de ti en cada respiración. Hasta lo abominable, lo odioso, lo odioso, lo enfermizo, lo que quisieras olvidar, entra y sale de ti, hasta que se va y no vuelve más. Un día lo dejas ir y las burbujas o llevan bien lejos de ti y eres niño otra vez. Otra vez. Niño. En el acuario municipal de Mendoza. Tan lejos Mendoza. ¿Lejos? Mendoza está aquí. Mendoza es esto. Yo soy Mendoza. Nada de mí fuera de mí. Sabes que no hay muerte. Lo sabías de chico. Solo vida. Todo es vida, hasta la muerte, que quisieron poner contra la vida, como si fuera su negación. Algún pez para de nadar alguna hora, o sus aletas dejan de moverse, o ya no te mira con sus ojos redondos de mundos que giran y mandalas que te llevan al punto inicial y todo comienza otra vez. Recomienzo. Ya empiezas a repetirte pero sabes que no hay repetición, apenas continuidad. Los grillos cantan rítmicamente esta madrugada. Enseguida vendrá el día y otra vez el milagro. Verte en ella. Verla a María. La miras y algo en ti para. Es como un sueño de adolescente o de niño. Una novia para todos los momentos, la compañera, el amor de tu vida. Todo lo que soñaste y más. Un sueño vivo. Anda por ahí, como los otros Axolotl. Ser Cortázar para hacer un cuento de esto. Cortázar, Lazarte, Foa, Fortaleza. E. Adónde querés llegar con todo esto? No hay adónde llegar, hay haber llegado, ya llegué, ya llegamos, nunca nos fimos de aquí. Estamos en la vitrina mojada, transparente, translúcida del acuario Municipal de Mendoza y mamá está a tu lado y nos miramos y la vida continúa, continuará, siempre continuó y continuará, no hay como detenerla. La vida es la vida. Es todo lo que es. Bueno, ya me voy yendo, hasta otra vez. Hasta la vista. Gis la revido, como dice papá. Até, comodísimos aquí. Bye bye, como dicen los yankis. Arrivederci, como dice Vagneide. Tomo agua y el agua de adentro y el agua de afuera me devuelven la sensación acuática del comienzo de estas líneas. De modo, querido lector, lectora, no has perdido el tiempo. Miras tus ojos en este vidrio y te ves. Te vas. Me fui. Chau.

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