quinta-feira, 16 de agosto de 2012

Cerca y lejos (mis hijos y yo)

A veces uno mira demasiado lejos, sin ver que es en el círculo más próximo, que algo no está siendo como debería. No creo que esto sea desconocido de quien pueda estar leyendo estas líneas. Hoy me pasó que desde temprano, tuve una alegría muy grande. ¿Qué es lo que había pasado? Me había reencontrado con mis hijos e hijas, más allá de cosas ajenas a ellos y a mí, que nos habían como que extrañado, durante demasiado tiempo. Algo tan simple, en el círculo más próximo, era un malestar dentro de mí, que yo no sabía cómo resolver. No me daba cuenta de que ese extrañamiento afectaba la totalidad de mi vida. Hoy veía mejor, estaba espontáneo y feliz. Me encontré con mis amigos y con el mundo, con la gente en la calle, con la vida, como si hubiera renacido. Y había renacido, de hecho. Una paz tan grande estaba conmigo, o en mí, no sé cuál es la expresión correcta. El dia fue pasando, ya es de noche, y ahora miro para lo ocurrido, y no puedo menos que reflexionar. Cómo es importante uno ser la persona que es. Uno ser uno mismo. Yo no puedo ser otra persona, y sin embargo, había dejado que padrones extraños de comportamiento, me distanciaran de mis hijos e hijas. Esta vez estuve con ellos y ellas en Mendoza, sin juzgamientos, sin censura o críticas. Pude dejarme tocar por sus presencias. Dejé que mis hijos e hijas se conectaran conmigo y yo con ellos-as, sin nada en el medio. Y esta alegría enorme que siento, viene de dos fuentes, que son una sola. Ser uno mismo, ser la persona que cada uno de nosotros es, sin dejar que valores externos nos aíslen de quienes amamos. Hoy veía los colores. Recuerdo que en un momento me iba a poner una camiseta y ví la etiqueta que tenía en el cuello, del lado interno de la prenda. La ví, como cuando era chico o joven. Me dejé tocar por el brillo del tejido. Algo había cambiado. Estaba tan cerca. Veía los colores, sentía los olores. Tuve una sensación como de inmortalidad. Cuando uno es joven no piensa en la muerte. Vive como si nunca fuera a morir, como si no hubiera muerte. Cómo puede ser tan importante uno no juzgar a los demás. No condenar, para no ser condenado. La vida estaba ahí, siempre había estado. Pero yo no estaba del todo. No estaba tanto como podía estar. Tanto como estoy ahora, cuando reflexiono sobre cosas tan fundamentales, como son la presencia de mis hijos e hijas en mi vida. No adelanta yo despotricar contra el sistema capitalista, y estar preso en sus garras. Yo puedo soltarme de esa prisión, si me dejo tocar por el amor. Y el amor está tan cerca. El sistema puede dejar de existir, puede dejar de haber extrañamiento, si yo dejo, como dejé, como seguiré dejando, que mis hijos e hijas estén tan cerca de mío, dentro de mí. Entonces puedo ser otra vez poderoso, puedo ser otra vez inmortal como cuando era joven o cuando era chico. Si me dejo interpelar por el amor. Si me dejo tocar por las vidas jóvenes de estos cuatro seres que forman parte esencial de mi vida.

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