quinta-feira, 26 de junho de 2014

Construyendo

Las palabras no solamente designan y nombran. También construyen. Esto es muy importante de tener en cuenta. Una palabra dicha no vuelve. Si lastimó, si hirió, no se deshace el daño o la herida. Pero se puede construir algo diferente con lo que queda, con lo que quedó. Para esto es necesaria la comprensión. Darse cuenta de qué fue lo que ocurrió para que la palabra nos hiciera daño. Sólo así se puede comprender, y comprendiendo, perdonar. Podemos tener una noción más clara acerca de lo que la palabra hace en cuanto construcción, si nos sumergimos por un instante, en el universo linguistico de las personas que amamos. ¿Qué son esas palabras --dichas o no dichas -- qué son esos sentimientos y sensaciones, eso que registramos de manera tan positiva e inequívoca en nuestro interior, que emana de las personas que amamos, aquellas con las que existen vínculos positivos? No siempre lo que registramos en estos contactos, se puede poner en palabras propiamente dichas, pero su sentido y su sentimiento respectivo son indudables. Sumergirnos en el lado interior del lenguaje, de lo que decimos y de lo que oímos de lo que nos viene del universo exterior, es una manera de ir haciéndonos cada vez más dueños de nosotros mismos. Y también podemos ir teniendo una sensación clara del tesoro interior que anida en nuestro pecho, formado por tantas palabras que recibimos y emitimos a lo largo de la vida, que nos vienen como una sensación de pertenencia y acogimiento cuando necesitamos saber –y esto es siempre-- quiénes somos y adonde estamos. El piso interior de nuestra vida está compuesto de todas estas palabras dichas o no dichas. Esta sensación interior de plenitud es como que la base de una convivencia más transparente, pues de ella nacen relaciones más claras, oriundas de un contacto más íntimo con nosotros mismos.  

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