quarta-feira, 2 de setembro de 2015

Compañías

Un atril puede ser una buena compañía, una tarde en que el calor y los ruidos del edificio en construcción. De hecho, un atril es siempre una buena compañía. Una posibilidad de substraerse --por un momento que se hace sin tiempo—de las molestias de cualquier tipo. El bastidor recibe los colores, y, más que eso, lo recibe a uno con una especie de bienvenida silenciosa. Mientras desparramo los colores sobre el blanco que se va tiñendo de fúcsia, algo muy sutil se va recomponiendo. Es como si el tiempo se hubiera detenido, y uno fuera otra vez un niño. En ese juego de intentar alcanzar la textura y el color deseados, uno es otra vez alguien sin edad. Ahora ya es de noche, y ya fui a dar un paseo por la beira-mar. También disfruté de algunas páginas de uno de esos bellísimos libros de Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca. Libros, colores, paseos, juegos. ¡Qué bueno es disfrutar de la vida! Anoche pasé algún tempo visitando como quien espía, varios de los libros de mi biblioteca. Edgar Allan Poe. Martha Medeiros. Marcel Proust. Graciliano Ramos. Jorge Luis Borges. Julio Cortázar. Henry James. Jane Austen. Cecília Meireles. A veces hago estas pequeñas excursiones, disfrutando de lo bello que puede ser este rápido paseo por diversos libros. Libros, colores, paseos, juegos, amigos, amigas. Familia. ¡Cuántas fuentes de cariño que hay en la vida!

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