sexta-feira, 13 de maio de 2016

Renacer

¿Cuántas veces en la vida me pareció que todo se había terminado? No fueron pocas. Cuando me hice esta pregunta, lo que tuve inmediatamente como respuesta, fué que yo pude. Yo fui capaz. Hoy me hice esta pregunta, y estoy meditando en ella. No necesito evocar las situaciones en que sentí, en mi vida, que todo se había acabado. Fueron muchas. Muchas más de las que me imaginaba. La evocación viene por sí misma, pero en un sentido no de revivir, sino de reforzar el poder que tuve de sobrevivir a esos momentos en los que sentí que todo había terminado. Es notable la fuerza interior que está a nuestro alcance cuando vamos en su busca. En el momento actual, comparto esta pregunta y su respuesta, pues creo que a muchas personas les está pasando que creen que todo terminó. La caída del régimen democrático en Brasil, la destrucción de la institucionalidad estabelecida por la Constitución nacional, la ruptura del aparato judicial como instancia de resguardo y custodia de la legalidad, son, de hecho, situaciones que debemos lamentar. En algún sentido, es una quiebra muy seria. No voy a entrar aquí en el análisis de estos hechos, bastante conocidos por la opinión pública. Lo que quiero focalizar ahora, es que la vida continúa. La vida continuó cada vez que me pareció que todo había terminado. También ahora la vida va a proseguir. Debe proseguir. Siempre va a proseguir. La vida en sí misma, es inextinguible, aunque a veces nos parezca que no. Hay una fuerza extraordinaria a nuestro alcance, que solamente se pone a nuestra disposición cuando todo parece estar sumido en la oscuridad y la desesperanza. Esto lo pude comprobar en 1976, en 1977, en 1978, y en varias otras oportunidades, antes y después de estas fechas. Ahora lo recuerdo porque viene una fuerza muy grande y consistente, en este mismo instante en que todo parece haber sido destruído.

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