quarta-feira, 18 de abril de 2018

Unidad

El amor es una frecuencia. Es el lenguaje en que está escrito el universo. Cuando yo amo, me uno a lo eterno. Cuando esto sucede, es una sensación sin igual. Todo es como debe ser y todo está en su lugar. No hay nada mejor que esta sensación. No viene de la nada. Está desde el comienzo de la vida (y aún antes), y permanece todo el tiempo, si es que he sido capaz de ir aprovechando las oportunidades para irme abriendo al universo. Muchas veces han sido las circunstancias dolorosas las que me han ido abriendo a la unidad. Han ido creando dentro de mí el río interno que ahora me lleva al mar sin fin. No siempre estoy sintonizado con esta frecuencia. Me pierdo, me olvido, doy muchas vueltas, y vuelvo. Algo me trae de vuelta siempre. Recuerdo unas palabras de la Escritura, que dicen: “Tú nos alimentas con pan de lágrimas.” No es una apología del sufrimiento, sino una invitación para comprender. Yo puedo comprender cómo es que el dolor me ha ido haciendo capaz de integrarme a la realidad. Cómo es que las huellas del pasado doloroso, me han marcado dejándome tareas cotidianas. En esas tareas de reconstrucción interna de sentidos, de recuperación de mi propia identidad, de intentos repetidos por enraizarme y estar presente y atento, es que me voy haciendo parte de la totalidad que me incluye. Me asemejo a las personas que me rodean, con quienes convivo, y las que voy conociendo. Todas ellas también se han abierto paso a través de circunstancias dolorosas. Esto es lo que nos une, a los humanos. Esto es lo que crea comunidad. Así se puede florecer. Entonces ya no hay tantas fronteras, o no hay ninguna frontera. Jesús es una invitación a esta comunión eterna con el infinito. Es la superación de todas las separaciones. Es la unidad amorosa con todo. La Terapia Comunitaria Integrativa es una experiencia de vivencia de la unidad más allá de las diferencias de clase social. El arte es también un camino de unidad. Todo es convergente.

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