domingo, 20 de maio de 2018

Presente


Va terminando el día. Trato de reunir algunas memorias de la jornada. El paisaje de la playa. El mar. La luz del crepúsculo bañándolo todo. Es como que una invitación a este sumergirme en la experiencia cotidiana. Es la luz que llama a la búsqueda interna. El intento por recoger la esencia de lo vivido. Aprendo a convivir con personas que no son como creo que deberían ser. Hablan de maneras que no siempre sé descifrar correctamente. Muchas veces me he equivocado, atribuyéndole a otras personas, intenciones inexistentes. Son ecos del pasado. Trato de separar el pasado del presente. ¡Da un trabajo! Pero es imprescindible. Es parte de mi aprendizaje como terapeuta comunitario, el tratar de vivir el presente. Es muy gratificante cuando veo que estoy viviendo algo nuevo. Miro a las personas, y veo que estoy dejando de actuar automáticamente. Cuando estoy más presente, todo fluye más. Muchas veces lo que entorpece mi actuar y mi estar aquí, es una especie de sobre-exigencia. Una exigencia desmedida, que sé que muchas personas también experimentan. Algo absurdo, que fue introyectado por la programación social. Como si alguien pudiera ser perfecto. No equivocarse nunca. ¿Qué sería ser perfecto? ¿Ser un robot, una máquina? ¿Un ángel, un dios? No soy nada de eso. Soy humano, solamente humano. Respiro mejor cuando veo que se va abriendo una brecha. Una hendidura. Un lugar por donde brota la vida, renovada. Si yo aprendiera a amar, si yo pudiera finalmente vivir la gracia del instante puramente, con confianza total, entonces habría vencido. Tal vez no lo logre, y mi existencia siga siendo esta ardua y divertida lucha cotidiana por juntar mis pedazos, como un crucigrama infinito que se junta y se expande. Sea como sea, agradezco a la vida, y a todas las personas que encontré en mi camino, pues es una aventura sin igual.


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