quarta-feira, 5 de maio de 2010

El proceso de procesar al proceso

A veces la gente me pregunta por qué sigo escribiendo sobre el proceso. Si eso ya pasó, si a mí no me hicieron nada. Yo entiendo la pregunta, pues es gente querida la que me la hace, familiares, amigos. Ha sido un largo camino, ajustar las cuentas con el proceso. Desde la auto-tortura, allá por los años de 1978 en adelante, hasta 1996, en que decidí volver. No decidí volver solo, ni volví solo. Empecé a volver, a dejar de torturarme con la culpa de haber sobrevivido y empezar a darme cuenta de que había una vida aquí y ahora exigiéndome respuestas, pidiéndome que diera cuenta del milagro de haber sobrevivido. De a poco, y con la ayuda de muchos y de muchas, empecé a volver. El camino es lento, pero se puede. Digo estas cosas pues vuelvo de la Argentina después de una estadía de 20 días, y me doy cuenta de que el proceso de procesar al proceso es una tarea contínua, colectiva, interminable. Yo quiero agradecer a tanta gente que me recibió en Brasil en 1977 y a quienes, en Argentina y Brasil, me fueron dando pistas para digerir el proceso. Saber qué había sido aquello. No diré nombres, pues la lista sería injusta, por las omisiones. Pero en mi corazón agradezco contínuamente a todas aquellas personas que me ayudaron a seguir creyendo en la vida, en el amor, en la honestidad, en la esperanza, la justicia, el bien, la nobleza, la verdad, la caridad, todo aquello que el proceso vino a destruír. Agradezco porque cada día que pasa me pone más lejos de aquellos tiempos oscuros, tiempos que ninguno de nosotros gustaría de haber vivido. Cada segundo que pasa estamos todos más distantes de la felonía nazi que se enseñoreó en la Argentina entre 1976 y 1983. Un día, no habrá más recuerdo de la barbarie. Habrá desaparecido en el olvido, habrá otra vez la inocencia.

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