domingo, 5 de junho de 2011

Un Dios interior

Hay veces en que una persona necesita abrir su corazón. No con cualquiera, ni de cualquier modo. Conversar consigo misma, escucharse, reencontrar el huidizo hilo de la vida, muchas veces perdido en medio de tantas presiones por desempeño, por resultados, exigencias propias y ajenas. Ahora pensaba que sería interesante compartir algunas ideas sobre el Dios interno. No aquél de allá afuera, que iglesias y sectas, más parecidas a partidos y empresas que a fraternidades, manipulan a su gusto, para someter a la gente, el brazo “espiritual” del capitalismo.

Cuando hablo del Dios interno, no me refiero necesariamente a una interioridad psicológica, que necesariamente ha de encontrarse en el camino hacia tu profundidad más honda. Ciertamente que hemos de entendernos con el ego y sus trampas, cuando vamos hacia el espacio interior. Cuando hablo del ego, me refiero a una “necesidad” de aparecer más que los demás, de ser el más brillante, el más exitoso, el más. Este ego es um resultado de la programación social, es el enemigo intermo, el que te está siempre exigiendo más, el que te dice siempre que no es bastante, el que te dice que no podés ser como sos, que deberías ser como no sé quien, alguien imposible de alcanzar, alguien “perfecto”.

Este falso yo es una barrera que hay que transponer en el camino hacia el ser auténtico. Más adentro, está ese Dios interno que está afuera también, es lo que te une, lo que te unifica con los demás, con la gente, con tu historia, con tu ambiente, con la época, con el mundo, con el futuro, con los sueños de bien del planeta. Podemos decir que lo que une es divino, en este sentido interior, es lo que sustenta la fraternidad, la colaboración, la cooperación, la alegria sana, el placer honesto y armonioso. No estoy queriendo contraponer una religiosidad o vivencia de Dios a otra, aunque esto es inevitable. La interna es de todos, no admite propietarios ni mediadores, y resulta de la elevación de la conciencia en el trabajo común, en la promoción del bienestar general, en el crecimiento que resulta del intercambio de experiencias en la búsqueda de una vida más plena.

Cuando hablo de un Dios interior, me refiero a una realidad que es accesible a todo ser humano, a cualquier persona, no importa la religión a la que diga pertenecer o sus creencias. Alcanzar este estado de unidad depende más de la actitud con que uno vive, la manera como uno vive, la forma como vivenciamos el entrelazamiento con todas las demás vidas, en una única pulsación, una pulsación vital y contradictoria, en que no hay mapas ni maestros, sino una navegación en parte a tientas, pero apoyada en las experiencias de todos.

Nenhum comentário: