sábado, 13 de agosto de 2011

De vuelta

Hacía tiempo que no me dedicaba al mágico ritual de ordenar palabras en las líneas. Algunas puertas se habían cerrado. Una rendija quedaba abierta y por ahí decidí una madrugada, volver a escribir. Una ranura por donde encontrar un tiempo para comunicarse. Un carretel donde empezar otra vez la tarea de rebobinar el hilo de la vida.

Dom Fragoso había partido el 12 de agosto de 2006. El regreso a su casa, encontrar su rostro y su presencia en los corredores y en el jardín y en los alrededores del barrio de José Américo en João Pessoa, eran como la señal de la hora de reconstruir ese espejo minúsculo. Esa red de reflejo y de esfuerzo con que la salud mental comunitaria se hace y se rehace al margen de la prensa, en esa infinita tarea de darse las manos jóvenes y viejos, misioneras y gente de la comunidad, militantes religiosos y universitarios.

Buscar un lugar en la hoja. Recomponer tu lugar en el mundo. Pegar los pedazos del espejo y descubrir que aún en tu segundo lustro hay un espacio para vos. Después de Bariloche y Mendoza, Puerto Varas y Buenos Aires. Y la voz de Leo que acabas de oír. Ese ser extranjero. Ese buscar por los bordes un espacio entre los demás y un lugar en ti mismo al mismo tiempo. Un vacío en la familia ampliada y en el mundo institucional y cotidiano que llenaba la presencia de ella. Sí. Volverías. Una vez más volverías a recorrer los renglones del cuaderno amarillo en medio de los sones de la noche. El mate volvía a la mesa y el mundo se hacía mayor. En Consciência habría un lugar. En alguna hoja marginal unos ojos volverían a buscar esas rendijas del hombre de arena que se rehace. En medio del fresco marítimo y vegetal que pronto cedería lugar al tórrido sol de João Pessoa, el lugar donde el sol nace primero. Como si el mundo tuviera un comienzo y retiraras la casa de la lista de inmuebles en venta. Hay lugar para todo.

También para este reencuentro con el son del primer ómnibus de la mañana solitario que pasa con su hilera de luces recorriendo la oscuridad. Ronronea la heladera. La mesa mandálica es un disco de recuperación de memoria y no le temes a la anormalidad, a la enfermedad. Atreverte a comenzar otra vez. Hay un mosaico dormido esperando una editora. Esperando una aurora que lo pase de mano en mano, de nido en nido, como pájaros casi invisibles que te dicen que llueve. Y el jardín abandonado agradece las veces que la manguera del cielo se abre generosa y es tiempo de oler a la tierra mojada. Te preguntarías otra vez si la vida acaba en la muerte. Si toda la esperanza hecha hilitos que tejen redes, merece brillar a la luz del día como una inmensa telaraña multicolor, como un arco iris multiplicado hasta lo invisible y entonces te dices que sí. A ver si la vida tiene continuidad en otro ladrillo de cristal.. Y sabrías que el lugar junto a María tendría que ser un lugar contigo. Un lugar con las presencias y ausencias y pendencias y miedos y escapes y caminadas al borde del mar que eres tú mismo. Con esas bibliotecas en lugares que no alcanzas. Y vecinos barullentos que te impiden todo descanso. Dejas que el mate cumpla su milagro y en medio de la indolencia y la inspiración recuerdas los ojos de sol de tu hermano en Brasilia. Pedras de fogo.

El sino dos ventos lame el viento y Vargas Llosa espera el paraíso en la otra esquina en la mesa sin esquinas entonces sabes que puedes. ¿Quién vendría a buscar, peregrinando, estos manuscritos, para echarlos a volar? Hoy no sé qué santo es pero sé que todos los santos son pecadores. Negar la sensualidad es negar el erotismo. Negar lo que diosas y dioses sembraron por doquier. Por eso los amo. Por contradictorios. Por semejantes a esa cosa multiplicada que Dom Fragoso llamaba la utopía de Dios y que se llama hombre. Hombre-mujer. El proyecto humano. Y qué importan los cumpleaños olvidados. Y unas pastillas más para recomponer el equilibrio inestable de que estás hecho. Eu vi, meninos. Yo viví. A palabra não significa nada para você. Soy maestro reiki. En busca del maestro interior.

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