quarta-feira, 3 de agosto de 2011

Libros

Mi forma preferida de tomarme vacaciones son los libros. No sé si esto te pueda quedar claro, pero es así. Cuando el mundo alrededor me empieza e enfermar, abro un libro y leo. Muchas veces el libro no está a mi alcance, entonces simplemente me voy a su historia, me voy al libro sin el libro, no sé si me explico. Ahora, por ejemplo, en que circunstancias que no viene al caso nombrar, como el posible cambio de casa, o las expectativas por acciones sociales de gran impacto, me empiezan a atormentar la cabeza, agarro un libro de Machado de Assis, Historias sem data, Helena, Quincas Borba, y me voy. Como es un mundo que frecuento desde hace muchísmos años, puedo decir con certeza, que para mi es mucho más real lo que hay en las páginas de los libros, que lo que está del lado de acá.

Del lado de acá muchas veces hay cosas deplorabilísimas, que a uno le gustaría nunca haber sabido que existían. Del lado de allá, en el libro, están esos mundos maravillosos, crepusculares, que para mí siempre son mucho más reales que esta llamada realidad que de real no tiene nada, es solo fictícia. Ahora, por ejemplo, esta mañana que ya se va acercando al mediodía, ya va llegando el momento e que la mañana se hará tarde, pienso en La ciudad perdida de Marte, de Bradbury, en el libro de Howard Phillips Lovecraft, En las montañas de la locura, en las Historias Extraordinárias de Edgard Allan Poe, en los escritos de Heine, de Hesse, de Cortázar, Saramago, Borges, Lya Luft, Isabelle Ludovico, Gita Lazarte. Vivo allí, allí encuentro mi ser, recuperado de tanta dispersión, de tanta ruptura y fragmentación, allí recupero la unidad de mi ser. Son las vacaciones permanentes del espíritu, que alli respira, allí encuentra como esta mañana en el mar, el sol y el agua, el viento, el calor, la arena, la unidad de la vida.

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