terça-feira, 9 de outubro de 2012

Escribía

Escribía en la hoja como para cerciorarse de que estaba allí. De que todo estaba como debería ser. Entonces sintió lo que era para él, el escribir. Era ser, propiamente. Así como otras formas de ser, esta era una, pero talvez la más fuerte, la más intensa. Pinturas interiores, pensaba esta mañana. Veía unas flores que su esposa amaba. Las flores eran su esposa. La vida es muy interesante, pensó. Misteriosa. Ahora dejaría de escribir, pero la escritura prosigue, por doquier. Todo es una escritura, pensó. Pasó en revista las letras todas que viera en su vida. Las letras A enormes de algún diccionario que viera en la Biblioteca San Martín. Las letras del Lo Sé Todo. Las letras de la Biblia, del Evangelio. Las letras formaban un escrito que no podía leer racionalmente, pero lo intuía. Era sobre la pared interna del ser. Oía las voces cercanas y un canto de pájaro en el patio. La tarde se avecinaba. La caminata de mañana. El acto del viernes pasado donde su padre presentara el libro sobre su trayectoria académica y profesional. Viejos amigos. Ahora contaba el tiempo que faltaba para volver a ver a su amada. La veía en su corazón. La visión interior. Escribir lo redimía. Era eso, escribiendo se traía de vuelta, venía a la realidad. La realidad como texto.

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