Volviendo de
Pirpirituba, Paraíba. Las imágnes armándse, como un mosaico.
Caleidoscópicamente. Mandálicamente, yo. Los verdes de las colinas.
Las jornadas en familia. La fiesta de São João. La iglesia donde se
oraba. Las barracas regionales. Los cantos y bailes. Las
conversaciones. Y aquella parte de uno mismo que se va juntando en
estas jornadas. Ahora poner algunas anotaciones en la hoja, como para
detener el tiempo. Las risas. Historias de vida. Resiliencia. Perdón.
El pasado que insiste en presentarse. Saber que aquello ya pasó.
Todo tiene su lugar, hasta aquello que uno cree que nunca debió
haber ocurrido. Todo tiene su lugar. La hoja como puerto. Aquí
llegan los barcos del ayer y los del hoy. Aquí uno se reabastece y
encuentra fuerzas para proseguir. La convivencia, lo cotidiano, como
el lugar donde se cose el tiempo. Las pasionarias. Las chicas. El
viejo amigo que llega desde ese tiempo antiguo a un presente que va
brotando. Y ahora ya los verdes. Ya las aguas. Ya todo este tiempo
que son unos días que parecen años. Ya la familia y los amigos, ese
tejido tenue que está por todas partes y une todo lo que existe.
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