Empieza el día.
Empieza la semana. Empieza otra vez esa larga jornada de seguir
intentando encontrar el hilo de la vida. Ya han pasado muchos años,
y parece ahora que otra vez soy aquél mismo niño de la calle
Leonidas Aguirre, que jugaba. Siento esas mismas sensaciones. Ahora
el pájaro canta, y me doy cuenta de que estoy en otro lugar. Mis
hijos e hijas han crecido, ahora son ellos y ellas quienes se vienen
haciendo un lugar en el mundo, mientras yo me voy adentrando en el
crepúsculo. Tiempo de juntar los tiempos. Leo y escribo. Pinto. Me
preparo para habitar en un lugar sin historia. Una casa nueva que ya
está casi lista. Allí estarán todos mis recuerdos. Allí seguiré
escribiendo esta historia que empezó con mis ancestrales que
vinieron de España y de Italia y de Nuestra América. Sabré
entonces que no hay tiempo que perder. El tiempo es todo lo que uno
tiene. Y cada minuto, cada instante, es precioso. Son reuniones de
palabras que se van juntando dentro de uno. Formando la escritura
continua de la vida. ¡Buen
día!
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