Llueve, y el sonido
del agua me trae a la hoja. El olor del agua en la madrugada. Empezar
a escribir me da la sensación de estar en mi lugar, y también me
trae la compañía de personas queridas de mi familia, que me han ido
dando la noción de que esto es lo mío. Algunos amigos y amigas
también. Es lo que he venido a hacer. No importa tanto qué es lo
que escriba, sino estarlo haciendo. Es como que de esta manera, me
integro al río de la existencia. Todo se da cita en cada palabra que
va bajando a la hoja. Se va juntando lo que ya viví y lo que está
naciendo ahora, en esta hora. Es una unión armónica. Muchas veces,
de día, no es así, y hay un conflicto entre lo que estoy haciendo y
lo que creo que debería hacer. Ahora no, es una sola cosa. Hago lo
que me gusta, lo que me hace bien, y esto es lo que he venido a
hacer. Esto lo he ido diciendo a lo largo de muchos de mis escritos.
En definitiva, creo que cada uno de mis textos, así como cada uno de
mis libros, bien como mi estar aquí en el mundo, en medio de las
redes relacionales de que formo parte, va siendo de a poco, una sola
cosa. Un estar plantado, estar inserto, formar parte. Ser con y ser
en sí. Ser yo mismo, el mismo que he sido desde el comienzo de mi
existencia.
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