Un lugar para mí. Un lugar donde yo pueda vivir. Yo no
quiero vivir en cualquier lugar. No quiero vivir de cualquier manera. Quiero
vivir de ciertas maneras, de ciertos modos, con ciertos objetivos, con
determinadas orientaciones valorativas y éticas. En los días de hoy, hay una
especie de indiferencia generalizada en estos aspectos, que es muy peligroso
naturalizar. Una especie de “todo es lo mismo,” “todo es igual.” Por supuesto
que no todo es lo mismo, una cosa es lo que es, y no es otra cosa. Y para que
esto sea algo claro para mí, para que estas observaciones tengan un sentido
definido y una finalidad positiva y constructiva, tengo en este momento, que
decir por qué y para qué estas reflexiones y meditaciones. Quiero vivir
centradamente, y con un centramiento en valores absolutos, supremos, que se
resumen en mi fe en Dios, mi fe en el amor, mi creencia en la integridad humana
como un fin en sí mismo. Esto me lleva a la solidaridad, a ver a las demás
personas, y a mí mismo, como objeto de un sentir afectivo, afectuoso. No puedo,
no quiero ni debo, “amar a los demás” a costa de mí mismo. Esto no sería amor.
Y sin embargo, hay una puerta de entrada a este comportamiento autodestructivo,
que es la propia indiferencia. El famoso “es lo mismo”. Nada es lo mismo,
repito. Debo ser cuidadoso en esto, como en todo lo demás. Prestar atención.
Cuándo me estoy despreciando en nombre de la tolerancia, de las concesiones
imprescindibles para la buena coexistencia. Cuándo estoy empezando a dejar de
ser yo, para que otros u otro sean. Cuando digo “otro,” me refiero tanto a personas,
como a sistemas de creencias, valores antagónicos a los míos. En la sociedad
actual, en la cual los medios de información crean constantemente direcciones
para el pensar, el sentir, el ver, es necesario estar atento. Saber qué es lo
que yo quiero ver, pensar, sentir, hacer, etc. Lo mío frente a lo otro. No se
trata de excluir a los demás, sino más bien al contrario. Saber cuándo debo
incluir, qué es lo que voy a incluir, y si es que lo quiero incluir o no. La
coexistencia puede ser fecunda, si mantengo claro qué es lo que está
ocurriendo. Si no, puede ser una especie de contínuo suicidio disfrazado. Y
esto es para mí totalmente inaceptable, no importa bajo qué “razones” me lo
quieran imponer. No he llegado a este momento, a esta etapa de mi vida, para
ahora por mera distracción o descuido, dejar simplemente que todo se desvanezca
en la nada. Es necesario estar atento, repito. Que no nos roben la percepción.
Que no nos roben el tiempo. Que no nos roben la vida. Sólo hay una vida, es
esta que está aquí.
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