terça-feira, 13 de março de 2012

El jarrón en el rincón


Podrías empezar desde cualquier lugar. Describir por ejemplo aquél jarrón en el rincón, su forma oval, la sombra que proyectaba sobre las paredes. Aquella capilla por donde pasaste esta mañana, el olor de las flores y de las plantas del bosque. La señora que pasó conversando con su hijita. La traición de un falso amigo. Todo es un mosaico que se compone y forma como que una mandala que se extiende en todas las direcciones. Ella a tu lado en el camino a la universidad. Sus ojos, su mirada, la sensación que sientes cuando oyes su voz. Tantas veces que has oído su voz. Y aquel vislumbre de eternidad ayer a la tarde, en las proximidades del mestrado. A veces uno pierde la noción de perspectiva por mirar sin el contexto, sin la amplia gama de cosas que están atrás de cada cosa y a su lado. Esta mañana pensabas que podrías empezar por cualquier lugar, como dice Cortázar en Después hay que llegar. Pero después hay que llegar, llegar no se sabe bien a qué pero llegar. En ese jarrón que viste hoy en tu habitación, en ese jarrón en un rincón que no estaba ahí, pero estaba, lo viste, no sabes cómo pero estaba y lo viste, al punto de que ahora lo puedes evocar y sabes que allí está el comienzo. Ese jarrón es el comienzo, como aquél otro jarrón de Infancia de Graciliano Ramos. Todo tiene un comienzo, y en ese comienzo está la totalidad del relato. Recuerdas el jarrón en el rincón.

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