segunda-feira, 12 de novembro de 2012

Ubicarse

Uno empieza a poner letras en la hoja y el mundo empieza a ordenarse, uno empieza a ordenarse. Es algo muy notable esto: que una operación tan simple tenga un resultado tan efectivo. Recién nomás, o más bien, buena parte de la tarde, la pasé en un estado indefinido, una especie de incomodidad. Ahora ya ha caído la noche, y aquello que estaba en mi alma comienza a dsaguar. Es como si la hoja fuera el mar adonde todo viene a dar. La vida me resulta indescifrable. No sé si para alguien es comprensible o explicable, pero para mí la mayor parte del tiempo, es algo que escapa por completo a mi comprensión. Pasó el día, la caminata de mañana por la playa, el despertar, la gente en las veredas, los trámites en la universidad, el almuerzo en casa, la siesta. El embotellamiento en la avenida Epitácio Pessoa, a la vuelta del taller. La compra de las almohadas. Los pensamientos vagando, como sin encontrar un lugar. Un lugar, es eso. Uno de los pensamentos de mañana, y de estos días pasados, y de ya tanto tiempo atrás, es lo del lugar. El lugar de la vida. Mi lugar. El lugar de todas las cosas. Como si todo fuera un juego que se arma y se desarma, constantemente. Y uno una parte de ese juego, una pieza de una especie de ajedrez infinito. A veces dan ganas de llorar, un apretón en el pecho, tantas cosas pasadas, no toda buenas. Pero del dolor brotan fores. Esto es en la vida de todas las personas. La oración, la comunión con Dios o en Dios. La eterna búsqueda de Dios, ese enigma sin tamaño. Quisiera al poner la última letra en esta hoja, estar en paz, en mi lugar, finalmente.

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