domingo, 14 de junho de 2015

Ahora

A veces pienso en las posibilidades. En lo que me podría llegar a gustar hacer. En lo que podría llegar a querer hacer. Ese es un espacio de lo que podría llegar a gustarme hacer. Muchas veces me cuesta decidir. Es que son tantas las cosas que pienso que podría llegar a querer hacer, que no sé muy bien por dónde empezar. Qué hacer o no hacer. Por qué hacerlo o no hacerlo. En general, hay una mezla de querer y no querer. Ambiguedad. Esto tiene raíces en mi historia. Hay veces que todo está muy claro, y ando como si dijéramos, en el filo de la corriente. Me dejo llevar. Decido o no decido, y todo va bien. Me organizo. Prioridades. Fluir. Parece que todo es como debería ser. Todo está bien y yo también. Otra veces, es lo contrario, y esto se mezcla con lo anterior. Es decir, es una dificultad bárbara saber qué es qué. Por qué levantarme o no de la cama. Qué hacer o no hacer. Lo anterior. Yo no sé muy bien por qué esto es así, aunque, como decía, me parece que esto tiene que ver con mi historia de vida. Presiones externas e internas excesivas. Toda decisión se hacía en situaciones de extrema exigencia. Tener que agradar siempre. Tener que desagradar, pensando que así me iría a agradar a mí mismo. Una espiral cerrándose. Hay veces que el tiempo se vuelve sobre sí mismo. El tiempo vuelve al cero. Esto me ocurrió el día 10 de junio, cuando nació mi nietito. Sentí esto que estoy compartiendo ahora. El tiempo se habia detenido. Veía a mi esposa, mis hijos, mis consuegros, la familia en la maternidad. Y sentía que el tiempo se había detenido. Tengo la impresión que de algún modo, algo se realizó. Algo de una significación tan grande, que todavía no lo registro muy bien en la conciencia. Es como si la vida hubiera pasado adelante, de una forma tal que el tiempo quedó atrás. Se abrió un espacio enorme. Ese espacio está abierto. La llegada de este niño es como si me hubiera dado un toque de eternidad. Un venir acá. Un estar aquí.  

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