Espera que lo siga
transcribiendo al español, y mientras tanto se sigue escribiendo.
Por dentro y por fuera, la escritura continúa. Es una escritura
continua, que une lo interno y lo externo. Así, al final, no hay esa
división, es una sola cosa: una escritura integrada, que une lo que
vivo y lo que pasa afuera. Lo que pienso y lo que escucho. Lo que
siento y lo que veo. Es una sola cosa. Son frases que se van
formando, componiendo palabras que escuché y cosas que vivo. Hoy por
ejemplo estuve en una asamblea de condominio en las Chácaras de
Carapibus, a la mañana, y ya pasando el mediodía. La gente que vi,
los paisajes verdes, el cielo azul, y lo que viví hasta ahora que ya
es de noche, van formando una frase y colores. Colores que son
palabras también. Al escribir, me escribo, consolido el tiempo. Uno
el ayer y el hoy en una sola cosa. Ya no hay más división, o casi
va dejando de haber división. Es el amor, que es amarillo y es Dios,
es familia y son amigos, son sueños realizados y por realizarse. Es
el relajamiento, la paz, el descanso. El celeste es mi madre, es mi
esposa, es la mujer, el nacimiento, lo que une y es perpetuo y es
eterno. Es la unidad, la quietud, la contemplación. La prioridad es
color cobre, un naranja oscuro y tansparente. Hoy fueron estos tres
colores, y lo siguen siendo. A la tarde fuimos a la muestra “Brasil
mostra Brasil,” en el centro de convenciones del Estado da Paraíba.
Todo tipo de artesanías, lámparas de Turquía, multicolores.
Tejidos de la India y de Nigeria. Guayana Francesa, Argentina.
Cachaza de Belém, de Paraíba. Cantos de Julio Iglesias. Autos,
tanques de guerra. Ríos de gente, y ahora ya la noche. Ya las
estrellas y la oscuridad, como que anidando el día de mañana, en
que otras caminatas, otros andares de aquí para allá. El tejido
continuo de la vida.
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