Vienen viniendo los colores. Compañía de los colores.
Cuando vienen los colores, me alegro. Es un mundo silencioso. Me trae
de vuelta buenos tiempos de mi vida. La niñez. La infancia. Tiempos
de alegría y de paz. Es un tiempo resguardado. Hay un tiempo
anterior al miedo y a la desconfianza. Ese mundo sobrevivió a todo.
Está aquí. Ahora muchas veces me siento de nuevo en esa condición
de niño. Es algo muy lindo. Esto coexiste con los estados y modos de
ser posteriores, aprendidos en la sociedad. Esto sí, esto no.
Deberes y obligaciones. El niño está aquí. Su tiempo es una
eternidad no pensada, sino vivida. Un instante pleno. Intenso. Hace
un ratito proseguí con una tarea que empecé ayer. Cortar papeles.
Pensé que iría a pintar algo, o a dibujar. Los colores me aquietan.
Allí no hay juicio, no hay condena, no hay miedo o preocupación. Es
un mundo unificado y continuo. Cuando vienen los colores, cuando me
acompaño con los colores, cuando soy color, todo está aquí, y
estar aquí es pleno. Están todos mis seres queridos, de manera
sensible. Estos días me he estado sintiendo al borde, exhausto. Esto
me ha traído recuerdos de tiempos en que trabajaba mucho, hacía
muchas cosas. Esto tiene ventajas y desventajas. Uno ve que puede,
siempre puede un poco más. Y también al soltarse los límites
mentales, uno fluye de manera más integrada con el mundo alrededor.
Puedo estar más presente en el contacto con las personas. Menos en
esa especie de pared de cristal que aísla, cuando uno vive en la
rutina, demasiado aquí, del lado de acá de lo posible. Me renuevo,
al andar más por la ciudad, y también en el campo, fuera de la
ciudad. Me expando, me siento más seguro. Revivo mi contacto con el
mundo y con la gente.
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