quarta-feira, 3 de agosto de 2016

Cuando vienen los colores

Vienen viniendo los colores. Compañía de los colores. Cuando vienen los colores, me alegro. Es un mundo silencioso. Me trae de vuelta buenos tiempos de mi vida. La niñez. La infancia. Tiempos de alegría y de paz. Es un tiempo resguardado. Hay un tiempo anterior al miedo y a la desconfianza. Ese mundo sobrevivió a todo. Está aquí. Ahora muchas veces me siento de nuevo en esa condición de niño. Es algo muy lindo. Esto coexiste con los estados y modos de ser posteriores, aprendidos en la sociedad. Esto sí, esto no. Deberes y obligaciones. El niño está aquí. Su tiempo es una eternidad no pensada, sino vivida. Un instante pleno. Intenso. Hace un ratito proseguí con una tarea que empecé ayer. Cortar papeles. Pensé que iría a pintar algo, o a dibujar. Los colores me aquietan. Allí no hay juicio, no hay condena, no hay miedo o preocupación. Es un mundo unificado y continuo. Cuando vienen los colores, cuando me acompaño con los colores, cuando soy color, todo está aquí, y estar aquí es pleno. Están todos mis seres queridos, de manera sensible. Estos días me he estado sintiendo al borde, exhausto. Esto me ha traído recuerdos de tiempos en que trabajaba mucho, hacía muchas cosas. Esto tiene ventajas y desventajas. Uno ve que puede, siempre puede un poco más. Y también al soltarse los límites mentales, uno fluye de manera más integrada con el mundo alrededor. Puedo estar más presente en el contacto con las personas. Menos en esa especie de pared de cristal que aísla, cuando uno vive en la rutina, demasiado aquí, del lado de acá de lo posible. Me renuevo, al andar más por la ciudad, y también en el campo, fuera de la ciudad. Me expando, me siento más seguro. Revivo mi contacto con el mundo y con la gente.  

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