Empieza el día. El canto de los pájaros. Una bandada de
teros. Otros cantos que no conozco, pero que ya se van haciendo más familiares.
Pienso en algunas de las observaciones
que Adalberto Barreto compartió en el encuentro de formadores en Terapia
Comunitaria Integrativa realizado en Morro Branco en mayo. ¿Por qué no usamos
nuestro conocimiento y experiencia para ser más felices? Humanizar las relaciones,
intercambiando afectos. En vez de focalizarnos tanto en la vida de los demás,
centrarnos en nuestra propia vida. Saber que en la medida en que seamos capaces
de ser más enteros, más integrados con nuestros propios valores y con nuestra propia
historia, estaremos haciendo mucho para que el mundo sea más amoroso, menos
violento, más respetuoso de las diferencias. No se trata de cerrar los ojos a
la realidad más amplia, el sistema injusto en el que estamos metidos. Pero
saber que no será desgañitándonos que iremos a cambiar algunas de las características
más atroces de este estado de cosas. Hay que reclamar, sí, movilizarse
colectivamente, sí. Pero no dejar de hacer la tarea de casa. O sea, no dejar de
realizar en mi propia vida, lo que quiero ver acontecer allá afuera.
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