Tomé conciencia de mi río interno en Coxipó do Ouro, en Mato
Grosso, durante un curso de formación en Terapia Comunitaria Integrativa. Estábamos
haciendo el árbol de la vida. El mío tenía un lado oscuro, negro, y otro
luminoso, amarillo. Eran el dolor y la alegría, respectivamente. Supe en ese
momento, que uno no existe sin el otro. Esto fue y es tranquilizador. No
necesito pensar en un estado inalcanzable de felicidad. Más bien veo que mi
alegría brota de mis propias dificultades. Esto me reconcilia conmigo mismo y
con mi historia. No lloro tanto por tristeza, sino más bien por emoción. ¡Es
muy lindo! Es la alquimia de la vida.
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