¿Qué hago? ¿Por qué lo hago? ¿Cómo lo que hago se inserta en
mi historia de vida? Cuando me hago estas preguntas, salgo de un cierto automatismo.
Me hago presente. Recupero la unidad y el sentido de mi vida. Cada pregunta
tiene muchas respuestas, y las respuestas se van componiendo como un
rompecabezas que me devuelve una sensación de paz y bienestar. Se desvanece una
sensación de vacío o desarraigo. Veo que lo que soy y lo que hago se integran
en una trayectoria existencial que incluye mi familia y mis valores. Mi
cultura. El lugar de donde vengo y donde estoy. Todo se junta. Esto me ayuda a
vivir concientemente y responsablemente. Me hago cargo del estar aquí, lo cual muchas
veces es simplemente dejarme estar, o dejarme llevar, sin esfuerzo. Esto de
preguntar es como un juego. Jugando, se abre un espacio. Relajo cierta
exigencia desmedida. Por ser un juego, es placentero. Me pregunto, porque me
gusta y me hace bien. Deja de haber un sobrepeso en el existir. ¡Es muy lindo!
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